Hasta hace unos años se pensaba que la eficacia y la productividad de la sociedad debían ser el ideal de las personas; años más atrás, la perfección era lo ideal. Estas concepciones confundieron el trabajo productivo y a éste como medio de perfeccionamiento de los individuos y, por tanto, uno de los problemas más importantes ha sido fijar el valor del trabajo.
La mayoría de las relaciones entre los hombres se realiza por medio de intercambios, ya sea de mercancías o de servicios; éstos son producto del trabajo. Cada tarea supone una aptitud específica acorde a ciertas habilidades y la sociedad las paga según las necesidades del momento.
Las nuevas profesiones responden a necesidades específicas de la sociedad y los salarios que les fija son muy atractivos por la escasez, hasta que la oferta se equilibra o se rebasa a la demanda. A inicios de la segunda mitad del siglo pasado los especialistas en informática cobraban sueldos altos, hoy son más los especialistas y sus sueldos son menos atractivos. Un principio sociológico nos indica que si una profesión es considerada digna y honrada, ésta seguirá atrayendo a personas capaces y de entrega, aunque sea poco el salario.
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