martes, 19 de mayo de 2009

LA INFLUENZA, LA POLITICA Y LA CIENCIA EN MEXICO.

DR. FRANCISCO J. ANDRADE

18 de mayo de 2009.



LA INFLUENZA.


Para saber si el virus de la influenza era de las características de una de las diversas cepas ya identificadas como mortales, hubo que esperar que la ciencia desarrollada por los Estados Unidos o Canadá hiciera el análisis y nos dieran la respuesta. En esta época de comunicaciones casi instantáneas, este mecanismo es de enorme efectividad teórica. La práctica concreta es otro asunto.

Además, tenemos acuerdos perfectamente claros, al menos así transpiran las referencias y el respeto que nos merece la Organización Mundial de la Salud.

Todavía más, las drogas Oseltamivir y Zanamivir son antivirales efectivos para prevenir y curar diversos ataques de influenza A y B. El Zanamivir tiene la desventaja que debe inhalarse. En nuestra desesperación por no tener los volúmenes adecuados de estos antivirales, hicimos creer, con información dirigida y por omisión, que estos antivirales solo servían para atender los casos ya identificados de influenza tipo A: H1N1. Debo decir que en honor a la verdad, nadie puede negar que es mejor y casi obligado tener la opinión de un médico para curarse con esta medicina, pero de allí al engaño que solo debe aplicarse cuando está uno ya muy enfermo, es un atentado a la libertad y en México así se ha hecho sin considerar que habemos miles de internautas que podemos consultar la red en cualquier idioma prácticamente y en especial en la lengua franca que es el inglés.

Adicionalmente, los países tipo “cigarra”, que han tenido el tiempo y la decisión para producir vacunas para las diferentes cepas de virus ya identificadas, tienen ya programas y presupuestos para la elaboración de las vacunas que combatirán las cepas específicas de virus tales como el que nos ataca a la fecha. Esto, en contraste con nuestra falta de presupuesto para estos menesteres.


LA POLITICA.


Frente a las inminentes elecciones del 5 de julio próximo, muchos de los pronunciamientos presidenciales suenan como política partidista. Sin embargo, uno no puede menos que criticar la enorme disparidad en los números de casos fatales contra el volumen registrado de casos de infección comprobada entre México y los Estados Unidos. Hasta mediados del mes de mayo del 2009, México había confirmado 2895 casos con 66 defunciones y los Estados Unidos 5123 casos con 5 defunciones. Afirmo que el triunfalismo, a lo mejor explicable, suena un poco hueco en voz de los voceros del gobierno mexicano. Debo sin embargo, expresar mi respeto por la cuidadosa manera de expresarse y por la lucha infatigable del Secretario de Salud quien puede gritar como el General Anaya: si hubiera Tamiflu y Relenza (otros nombres para el Oseltamivir y el Zanamivir) ya la influenza no estaría aquí. Ese triunfalismo político juega siniestramente con las realidades de la vida diaria, como el enorme porcentaje de escuelas que no poseen el uso de agua corriente ni servicios sanitarios. Probablemente, en muchos de los casos hay justificaciones válidas, pero un país que vende petróleo a más de cincuenta dólares el barril de crudo no puede permitirse ni las escuelas cochinas ni el enorme número de compatriotas indígenas que casi no comen y cuyas quejas de hambre no escuchamos porque su dolor se expresa en náhuatl, maya y otros aparentemente incomprensibles idiomas de nuestros hermanos olvidados.


LA CIENCIA.


De pronto nos encontramos conque hasta hace unos años teníamos la capacidad de producir vacunas de diversos tipos pero que ahora ya no. Sin embargo, anunciamos el día de hoy que podremos producir vacunas en nuestras instalaciones de Birmex, dependencia gubernamental que responde al nombre extendido de Biológicos y Reactivos de México. Pero operaremos como agentes de Sanofi Pasteur, quien posee las patentes que utilizaremos, para trabajar limpiando el equipo y suministrando la materia prima para que ellos, se encarguen del asunto primordial, la aplicación de las patentes registradas en sus países de origen.

No es la primera vez que nos enfrentamos con obstáculos para el avance científico, ocurre lo mismo en la metalurgia, en la química, en la biología etcétera. Por ejemplo, las recomendaciones de las organizaciones financieras se concentran en que la población pobre tenga acceso a la enseñanza elemental y a la salud esencial. La educación superior y los avances sanitarios vendrán después cuando la economía mejore para trasminarse hasta las capas inferiores de la población. Bajo estas condiciones de adiestramiento y salud mínimas, habrá que esperar hasta la eternidad, cuando todos estemos muertos, para que el progreso y las condiciones de los países desarrollados se concreten en nuestro país.

Es importante destacar que las condiciones económicas no dependen en su mayor parte de nuestra voluntad soberana. El ejemplo clásico es la disposición de divisas: por acuerdos que nos han sido impuestos, ya que formamos parte de la humanidad civilizada que utiliza las monedas de los países fuertes, esencialmente el dólar. Naturalmente, los países del primer mundo que poseen los mayores recursos, cuidarán que la situación monetaria no se incline en su contra, manipulando las tasas de interés y el volumen de recursos para intercambio disponibles para los países sojuzgados. De hecho, a nuestros políticos encargados de las finanzas no les podemos pedir más que claridad para saber hasta donde podemos manejarnos con alguna libertad, por más que esto implique reconocer abiertamente nuestra condición subordinada. Por ejemplo, para toda actividad práctica, ni el Quetzal guatemalteco ni el peso mexicano tienen valor ninguno, a pesar de que tenemos fronteras comunes, por lo que, salvo casos limitados, tenemos que comerciar con dólares.

Finalmente cito las esperanzadoras ideas de Max Weber relativas al progreso científico, por las que se afirma que no hay fuerzas misteriosas que nos impidan el progreso para hacer vacunas o lo que se nos de la gana. Podemos en principio aprender cualquier cosa sin tener que recurrir a la magia. Para eso existen los medios técnicos y las razones lógicas. Asumo que nuestra pobreza no nos impedirá utilizar los recursos que hagan falta.

Concluyo que la influenza requiere de la aplicación de la política para su prevención en casos futuros y la claridad necesaria para disponer del raciocinio y los medios técnicos para dominarla. Como un bono extra, reaprenderemos como hacer muchas otras cosas.