Cuando los resultados de las urnas son contrarios a la mayoría de los sufragios, hay decepción en los ciudadanos, que degenera en desprecio y enojo cuando nuevamente son convocados a ejercer su derecho y obligación de votar.
El antiguo priismo, con su corporativismo burocrático, sindical y de sus organizaciones obreras, campesinas y de clases medias, movilizaba, con el paternalismo de los subsidios –necesarios en cualquier democracia por económicamente capitalista que sea: ahora mismo la estadunidense echa mano del keynesianismo para intervenir en los mercados y resolver su crisis financiera y de préstamos populares–, a sus beneficiarios, incluso por el método electorero del “acarreo”.
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