Gustavo Lomelín
Sin duda, es respetable la libertad de cualquier ciudadano para votar, abstenerse o anular su voto. Desde luego hay muchas y válidas razones para justificar la campaña de quienes promueven el voto nulo o blanco, pero también hay ingenuidad en pensar que esa forma de rechazo cambiará la perversidad que caracteriza a buena parte de la clase política mexicana, muy alejada de cualquier conducta ética en su búsqueda obsesionada por el poder.
Por supuesto que hay crisis de representatividad en los partidos políticos, baja credibilidad en el sistema electoral y una democracia disfuncional en México que sólo sirve a la clase política y no a la ciudadanía. Es evidente la necesidad de que haya reelección legislativa, candidatos ciudadanos, transparencia y rendición de cuenta de los recursos de los partidos, referéndum, revocación de mandato, reforma del Estado y otras demandas propias de una democracia moderna y madura.
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