El sistema político mexicano estaba cimentado en una serie de reglas no escritas que todos sus integrantes aceptaban y acataban por las buenas o por las malas. Era una estructura piramidal, encabezada por un emperador sexenal, con poder absoluto sobre vidas y honras de sus vasallos, pero sólo durante ese período.
La designación del nuevo Tlatoani –conocida como dedazo-- era facultad exclusiva y personalísima de su antecesor. A los ciudadanos les correspondía el poco gratificante papel de formalizar en las urnas la elección previa. De esta forma se daba legitimidad a todo el proceso sucesorio, cuya cúspide era el destape del afortunado.
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La designación del nuevo Tlatoani –conocida como dedazo-- era facultad exclusiva y personalísima de su antecesor. A los ciudadanos les correspondía el poco gratificante papel de formalizar en las urnas la elección previa. De esta forma se daba legitimidad a todo el proceso sucesorio, cuya cúspide era el destape del afortunado.