La Cámara de Diputados en México, tal como está diseñada, es una institución capturada por los poderes fácticos. Hay grupos parlamentarios que representan los intereses de las grandes televisoras, otros que están aliados al gran capital, hay quien se preocupa por satisfacer más las expectativas de los Estados Unidos que los intereses nacionales. No es una Cámara que represente a los ciudadanos, ni que esté en contacto con ellos.
Su gobierno interno es decidido por los líderes de las bancadas más importantes. Dos personas entre quinientos señalan lo que transita, lo que se discute o vale la pena, y lo que no debe ocupar la atención de los legisladores. Los legisladores en lo individual no tienen libertad, son fácilmente cooptados o presionados. Una actitud de rebeldía por parte de éstos pone en riesgo sus carreras futuras.
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