En medio de la enorme tristeza que me embarga desde hace 35 años, cuando la brutal represión echeverrista me arrebató un hijo; en medio también ahora, en esta dolorida patria, donde la muerte aleccionada por las siniestras ideas de quién sabe quiénes, se lleva cientos de mujeres en Chihuahua, en el estado de México y en otros lugares del país; en medio del horror de saber calcinados a modernos “inocentes” en una guardería de Sonora; en medio del crimen despiadado y siniestro de la ejecución de jóvenes estudiantes en Juárez, que el “mal informado” y falso titular del Ejecutivo federal dijo que eran “pandilleros”; leyendo en la prensa diaria el recuento de crímenes impunes de quienes quizá el mal gobierno “tenga su parte de culpa”, como suele decir y repetir la vocinglería popular… en fin, en medio de las tormentas de falsedad que algunos medios de comunicación nos quieren endilgar, el pasado domingo, en Coyoacán, sentí como si un vientecillo puro y fresco limpiara el ambiente de tantas huellas de dolor y del desamparo y que brillara. |