Hace 25 años, el secuestro y asesinato del agente encubierto de la DEA Enrique Kiki Camarena Salazar, en la ciudad de Guadalajara en febrero de 1985, provocó uno de los más graves desencuentros diplomáticos y políticos entre los gobiernos de México y Estados Unidos. Los presidentes eran Miguel de la Madrid y Ronald Reagan. Y el embajador norteamericano en México, John Gavin.
La reacción del gobierno norteamericano provocó la primera gran sacudida del sistema de complicidad y protección oficial que desde entonces se había tejido entre el crimen organizado y los cuerpos de seguridad del gobierno mexicano. Cayeron los capos de la droga de esa época: Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Miguel Ángel Félix Gallardo. Pero también fue sentado en el banquillo de los acusados el gobierno en pleno de Miguel de la Madrid. Desde Washington supimos historias de corrupción de generales, coroneles, procuradores, subprocuradores, comandantes y gobernadores del norte del país, que difundieron los diarios, la televisión, las librerías y hasta las sales de cine de Estados Unidos. Se aplicaron desde entonces procedimientos de certificación de la lucha de México contra las drogas y otras prácticas de presión y sometimiento diplomático, que hicieron reaccionar al gobierno mexicano. |