domingo, 4 de abril de 2010

Los billonarios de Forbes

Guillermo Garduño Valero

Detrás de cada gran fortuna hay un gran crimen

Honorato de Balzac

De todos es conocido que en marzo el número especial de la revista Forbes reporta a los hombres más ricos del mundo. Pertenecer a esta selección representa poseer un mínimo de 1 mil millones de dólares; la metodología con la cual la lista es elaborada está en función de sus activos públicos y de su participación en actividades bursátiles e ingenierías financieras, además de la importancia estratégica de los sectores que dominan. Estos últimos criterios se han ido perfeccionado, lo cual representa que si antes eran incluidos elementos de la llamada nobleza como el Sultán de Brunei, hoy la globalidad obliga a echar a un lado la tradición y emprenderla con los sujetos globales.
En este sentido, cabría preguntarse por qué una cienmillonésima parte de los mexicanos aparecen en esta lista que encabeza Carlos Slim. La respuesta inmediata por parte de una publicación inglesa es que se trata de hombres de negocios ubicados en economías emergentes; respuesta que no deja nada en claro si no se reconstruye el marco de las condiciones y contexto que propiciaron su enriquecimiento ilimitado.

Llama poderosamente la atención ciertas coincidencias que concurren y coinciden en la formación de esta elite. La primera es que su emergencia está marcada en un periodo donde la figura presidencial es Carlos Salinas de Gortari, el último emisario del presidencialismo autoritario mexicano, pues después de él no es que sus sucesores no hayan pretendido serlo, sino que les ha sido imposible reconstruir el viejo modelo por la existencia de nuevas fuerzas al interior del Estado que ya no permiten la reconstrucción del antiguo régimen, aunque sí la continuidad de esta elite, donde muchos de los nombrados no eran aún considerados como parte de este grupo de dinero, poder, privilegio e impunidad.

Una segunda situación es que resultan ser los beneficiarios de las empresas que el Estado desincorporó del patrimonio nacional, a las cuales se les tildó de ineficientes, ineficaces, en números rojos e insustentables, por lo que fueron rematadas en operaciones que nunca tuvieron una licitación pública, abierta ni transparente. Además de ser entregadas como Telmex en monopolio de la actividad y en oligopolio para el caso de las frecuencias televisivas o de las concesiones mineras. Así que hay que explicarse el milagro de la beatitud de los empresarios que transforman empresas públicas en fuentes de beneficio privado.

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