Andrés Manuel López Obrador intenta hacer algo nuevo y, al mismo tiempo, convoca a una búsqueda. No desprecia la forma partido, pero no es ésa la que él quiere construir. De cualquier forma, ningún partido de izquierda, para avanzar, puede prescindir de un movimiento mucho más amplio.
Lo más importante de la convocatoria de Andrés Manuel es su propuesta política, la que ha presentado junto con muchos miles en el Zócalo. Se trata de una reforma de grandes alcances y sin duda es un llamamiento desde la izquierda para no perderse en la maniobra política y para señalar los grandes temas de una transformación para México.
Es claro que muchos subrayan las pretensiones presidenciales del principal creador de esa propuesta. Pero en el mundo actual no sería congruente ni práctico hacer un llamado a la reforma del país sin proponerse la formación de un gobierno para el cambio. Es por tanto indispensable presentar el programa y el líder del mismo. Algo diferente sería un ejercicio puramente teórico.
Los objetivos de la propuesta abarcan los temas relevantes del México contemporáneo: la democracia, las libertades, la distribución del ingreso, el modelo económico y social, el papel del Estado, el crecimiento de la economía y su relación con el resto del mundo. Desde un México de injusticias y retrasos hay que caminar hacia un país de grandes transformaciones a través de la única forma posible, es decir, con el impulso de una fuerza popular capaz de tomar un nuevo camino. Sí, el rumbo nacional es el problema de fondo cuando las fuerzas políticas formales se encuentran sumidas en la administración de su conflicto, en la distribución del poder y en las condiciones del ejercicio del mismo, sin plantearse grandes objetivos de transformación.
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