miércoles, 26 de enero de 2011

La posible esperanza

Javier Sicilia

MÉXICO, D.F., 25 de enero.- La eventual participación de Alejandro Encinas como candidato del PRD en las elecciones para la gubernatura del Estado de México ha vuelto a abrigar, en una gran mayoría de los ciudadanos, no sólo la expectativa de un verdadero resurgimiento de la izquierda en los comicios políticos de los próximos dos años, sino también la posibilidad, para 2012, de un cambio de rumbo en la deteriorada vida del país. Miembro del Partido Comunista, fundador del Partido Socialista Unificado de México, fino negociador, colaborador estrecho en el diseño del proyecto de nación que se elaboró para las elecciones de 2006 y que lo mejor del PRD ha ido retrabajando a lo largo de este aciago sexenio, Alejandro Encinas es una presencia inequívoca. Es también, a diferencia de lo que ha caracterizado a la dirigencia chuchista del PRD y sus últimos candidatos a las gubernaturas de los estados –seres pragmáticos y amorfos cuya única finalidad ha sido obtener el poder para evitar la llegada del PRI–, el resurgimiento de un proyecto político enclavado en la mejor tradición de la izquierda de nuestro país.

Sin embargo, por más transparente y clara que sea su presencia y su trayectoria, Encinas en sí mismo no significa nada. Encinas, como todo ser humano, está inserto en una comunidad y lo mejor de sus virtudes y de sus propuestas son poca cosa sin su apoyo. Para que Encinas y el proyecto que representa sean viables y puedan realmente crear una verdadera esperanza en la ciudadanía –no una simple expectativa como la que hasta ahora su posible candidatura ha despertado–, necesita, por parte del PRD, varias cosas tan difíciles como fundamentales: 1) que vaya, al margen de las alianzas, como el candidato de la izquierda a la gubernatura del Edomex –si Encinas o el PRD sucumben a la intoxicación pragmática y degenerada de Jesús Ortega, lo que Encinas significa hasta ahora se habrá borrado y su presencia se convertirá en una amiba más del organismo político–; 2) que su candidatura sea respaldada por las mayorías de los partidos y de las organizaciones de izquierda del país. Lo que implicaría que Jesús Ortega y el chuchismo salieran de la dirigencia del partido y su lugar fuera ocupado no sólo por alguien que, semejante a Encinas, tenga una presencia y una trayectoria inequívocas en las luchas de la izquierda, sino que además tenga a) la inteligencia y la capacidad negociadora para cohesionar y mantener unidas en sus diferencias a las diversas organizaciones de izquierda del país –incluyo en ellas al zapatismo y a los grupos guerrilleros; de los primeros habría que incluir muchas de las experiencias sociales y políticas de sus Caracoles–, b) la habilidad para unificar a todos alrededor de un equipo y de un candidato tan fuertes como inequívocos para los comicios presidenciales de 2012, y c) la fuerza y el consenso necesarios para acotar a los grandes oportunistas del poder que han destruido y dañado profundamente el sentido de lo que una buena política de izquierda significa; 3) que quienes juegan un papel fundamental para ocupar ese equipo y esa candidatura –pienso particularmente en AMLO y en Ebrard– se aboquen a presentar a la ciudadanía el proyecto de nación que han ido elaborando y dejen de lado el insulto, la denostación y la bravata, es decir, el lenguaje de la violencia –de la que todos estamos hasta la madre– contra sus adversarios.

Un verdadero triunfo político es aquel que se forja desde la humildad y con programas de gobierno sólidos, incluyentes y justos, con debates de altura alrededor de ellos, con un trabajo con la gente y desde las bases, y con el castigo a sus funcionarios corruptos.
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