jueves, 20 de septiembre de 2012

Si Morena deviene partido

Octavio Rodríguez Araujo
 
El Movimiento Regeneración Nacional llegó a las elecciones pasadas con menor fortaleza de la que exigían las circunstancias. Si hubiera sido un movimiento consolidado no se habrían dado casos de fugas significativas que incluso le levantaron la mano a un candidato del PRI a gobernador de un estado. No quiero decir que fenómenos como el mencionado no se hayan dado también en los partidos de izquierda, supuestamente más disciplinados que un movimiento social, pero como que se esperaba más de quienes, además de participar en Morena, decían estar con López Obrador y terminaron por traicionarlo.
 
Después de las elecciones, y sobre todo de los resultados, Morena tiene la posibilidad de fortalecerse en su propia pista sin depender de los partidos con los que compartió los apoyos a la candidatura de AMLO. En el proceso comicial el movimiento fue tratado como un no partido (pues, ciertamente, no lo es, ni tiene personalidad jurídica ante el IFE), es decir, como el primo pobre y marginal de la alianza.

Sin el peso de la coyuntura electoral es posible que Morena pueda encontrar en el camino mejores adhesivos que en los meses pasados y, además, sin las contemplaciones que necesariamente se tenían que mantener con los partidos existentes. En el presente los partidos del Movimiento Progresista y Morena parecen correr por carriles propios que, esperamos, no sean necesariamente paralelos. El país necesita de las izquierdas, de preferencia complementándose.

Por lo que he leído en Regeneración, hay un plan de organización muy cuidadoso, que no quiere dejar nada al azar. La idea es formar el movimiento de abajo hacia arriba para que en un momento dado los delegados, elegidos democráticamente en muchos lugares del país, decidan si el movimiento continúa como tal o se convierte en partido político.

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