lunes, 17 de septiembre de 2012

TESTIMONIO DE UNA REPRESIÓN Y DETENCIÓN ILEGAL

Paul Castañeda
Se les pide muy atentamente, a todos los que vean este mensaje, por favor si pueden compartirlo con sus amigos, nada mas es un "copy-paste" en sus muros, y obviamente que lo lean. Muchas gracias.

TESTIMONIO DE UNA REPRESIÓN Y DETENCIÓN ILEGAL

Lo que ví y me sucedió el día 15 de septiembre. Eran las 9pm cuando mi familia y yo nos dirigíamos a dar el grito en el XX ayuntamiento. Llegamos, mi papá se estacionó, y nos bajamos. Yo traía una cámara, con una liga amarrada a la mano, porque sabía que habría represión y quería filmar todo lo que fuera posible. Mi hermano traía una cartulina doblada color café que decía “MÉXICO SIN PRI” escondida. Mis padres sólo iban a festejar.
Mi hermano y yo nos separamos y fuimos a la entrada, donde estaban manifestándose los vendedores ambulantes que fueron víctimas de represión, abuso de autoridad por parte de policías municipales, uso excesivo de la fuerza pública y robo. Tomé fotos de sus cartulinas, platicamos con algunos y compré una bandera de México por $30. Entramos al evento. En la entrada había alrededor de 10 policías municipales y unos cuantos más vestidos de negro. Nos paseamos un rato buscando a los integrantes de #YoSoy132 para ver cuál era el plan. Nos compramos un dulce de tamarindo e hicimos tiempo mientras se hacían las 11 pm, cuando Pelayo daría el grito. En el templete había muchachas bailando danzas tradicionales mexicanas, con vestidos folclóricos y un grupo musical las acompañaba.
Cuando dieron las 11pm, una voz femenina pidió que nos pusiéramos de pie. La gente se empezó a recorrer hacia enfrente. Se entonó el himno nacional. La voz femenina entonces presentó a las autoridades que estaban en el templete. Un señor leyó la declaratoria de Independencia. Después Pelayo tomó la palabra y empezó a dar el grito, nombrando a varios personajes de la Independencia. El plan era que en vez de contestar “¡Viva!” contestáramos “¡Sin PRI!” y así lo hicimos, en algunos lugares se escuchaba más una consigna que otra y viceversa. Yo agitaba mi banderita de $30. Al final cuando Pelayo empezó a sonar la campana, se oían consignas de “¡Fraude, fraude!” y chiflidos repetidamente y en varios lugares. En el puente se desplegó una manta muy grande que decía “#YoSoy132 Ensenada”. Los policías casi al instante comenzaron a movilizarse y rápidamente se divisaban arrestos muy violentos en la explanada, en el puente se notaban jaloneos. La gente se veía temerosa, y les abría el paso a los policías sin pensarlo dos veces. Abajo en la explanada vi dos arrestos, prendí la cámara y los empecé a seguir. El vídeo se puede encontrar en la siguiente liga: //www.youtube.com/watch?v=Dh2WgPDp0Pw
Aún así, lo describo. Un policía lleva a un muchacho, lo trae agarrado por el brazo. Se oye que el muchacho le dice: “Estamos en nuestra libertad de expresión”, el policía lo ignora y lo sigue llevando a la salida. Se escuchan las consignas “¡Fraude, fraude!” y “¡Fuera, fuera!”, yo le grito al policía “¡No violencia!” y el policía me voltea a ver pero sigue caminando. De repente salen atrás de mí cuatro policías llevando a dos muchachos, cada policía le agarra un brazo a un muchacho. Los sigo hasta la salida y accidentalmente detengo la grabación, pero la reanudo cuando ponen a los muchachos contra las patrullas de la policía, una ‘panel’ y ahí vuelvo a grabar. La continuación, aquí:http://www.youtube.com/watch?v=TwUcWmDlHKU
Un policía bastante joven con la cara sudando y respirando agitado me dice:
-No grabes mijo.
-¿Mande?
-Que no grabes.
-¿Por qué?
-Por favor.

Otro policía de mayor edad que estaba ahí, se acerca y me dice:
-Si quieres grabar, graba de ahí para allá (señala con su dedo índice una raya marcada en el concreto de la banqueta), de ahí graba lo que quieras.
-OK.
Me pongo en la raya que el policía me había señalado y sigo grabando alrededor de 20 segundos más. En eso llega un señor con camiseta gris y cinturón con pistola y todas esas cosas, con una mano me mueve la cámara y me la apaga, con la otra me intenta mover hacia adelante mientras me dice con extremada prepotencia: “¿Qué estás grabando? ¡Apaga tu cámara! ¿Qué estás grabando? ¡Apaga tu cámara, que apagues tu cámara!”, “ya la estoy apagando” le contesto con miedo y ya demasiado tarde, me arranca la cámara de la cuerda, se la embolsa, y sin dejar de empujarme me dice “Ponte ahí, ¡que te pongas ahí!”, y me avienta contra la patrulla. No me da tiempo de reaccionar, todo pasa muy rápido. Este señor utiliza una fuerza mínima, sinceramente nunca me lastimó, utilizó la fuerza suficiente como para intimidarme, pero lo mínimo como para lastimarme. Despego mi cabeza de la patrulla y él me vuelve a aventar la cabeza contra la patrulla, aunque lo hace con poca fuerza. Me siento intimidado y con miedo. Le hace señas al policía que me señaló la raya, éste le pregunta:
-¿A este?
-Sí, sí también.

El oficial que me había señalado la raya me dice que ponga las manos en mi cabeza y comienza a esculcarme, le digo que soy menor de edad pero me sigue esculcando. En eso me pasa a otro policía y en cuanto me pasa, llegan más policías con más arrestados, ahora con más violencia, uno que trae a tres encima, dos jalándolo de los brazos, “haciéndome palanca hacia arriba” como me diría el mismo muchacho más tarde, y otro empujándolo hacia abajo, uno de los que lo sujetaban del brazo le decía que se agachara, que pegara la cabeza al suelo, y él contestaba con dolor “Me estoy agachando, ¡me estoy agachando!”. El policía que me tiene ahora me pone contra otra patrulla, una ‘pick-up’, me dice que separe las piernas, que me ponga las manos en la cabeza, que entrelace los dedos y que los abra, me pone una mano en la espalda y con la otra me sostiene los dedos entrelazados, mientras me repite con una voz serena pero de autoridad “No te muevas mijo, no te muevas” varias veces. En ningún momento me muevo. Me dice “a ver, esto me lo vas a dar” y me quita mi bandera de México. Empiezan a lanzar los fuegos artificiales. Otro muchacho traía un tambor, y entre cuatro le intentaban arrancar su tambor de las manos, él no se dejaba y empezó a gritar de dolor, cuando los policías le dijeron “Bueno, coopera”, “Suelta el tambor, pues, suelta el tambor (con voz tranquilizadora)”, “Suéltalo, suéltalo”. A otro joven que lo tienen en el suelo, mientras lo sostienen entre tres policías, él dice con voz tranquila pero segura: “No violencia, no violencia”, luego llega otra policía, le pasa unas esposas a otra y ésta última se las pone al joven del suelo. Observo que hay dos o tres civiles ayudando a las autoridades municipales con miradas desafiantes y de arrogancia, desconozco si también son autoridades o simplemente civiles.
Cuando terminan de esposarlos, el segundo policía que me sostenía contra otra patrulla me empieza a esculcar, me pregunta mi edad y le contesto que tengo 17, me sigue esculcando. Me saca una bolsa de plástico de mi bolsillo y me pregunta:
-¿Esto qué es?
-Es un dulce.

Lo regresa a mi bolsillo. En eso, la oficial que había esposado al muchacho que decía “No violencia” le pregunta “¿es menor?”, “Sí”, le contesta el policía que me sostiene contra la patrulla, después me despega de la patrulla, y se da la vuelta junto conmigo, como si observara a su alrededor. Entre dos uniformados suben a una muchacha a un automóvil ‘pick-up’ color guinda, la esposan de una mano al automóvil, y la muchacha grita con la otra mano alzada y el puño cerrado: “¡Viva la democracia!”. “¿Es quince?” pregunta un oficial. Le contestan que sí y se la llevan. Empiezan a hablar en código cifrado entre ellos. Dice el oficial que me sostiene:
-Oye, ¿y qué hacemos con los “quinces”?

Le contesta otro:
-¿Ese es quince?
-Sí, me lo dio un 80 (refiriéndose a mí).
-Pues ahorita vemos.
-Oye pero me le hicieron (no recuerdo el número que dice) con la cámara.

Siguen hablando en código cifrado, no entiendo lo que dicen.
-¿A dónde va a ser el (número)?
-No sé, ¿quién trae patrullas? ¿Ya no quedan patrullas?
-Oye, ¿quién se va a hacer cargo? ¿Pero se van a hacer cargo? ¿Qué hacemos?
-¿Ya no hay patrullas?

Voltea conmigo y me dice “a ver, te vamos a poner aquí” y me suben a la primera patrulla, la tipo panel. “Tranquilito y cooperando nomás”, “Si cooperas no te va a pasar nada”, me dicen los oficiales; llegan dos policías con un señor y lo suben también conmigo, uno le dice a otro “éste es el organizador, éste es el que los estaba organizando”, cierran la reja y luego la puerta. Siento un tanto de miedo y nerviosismo por el lugar donde estamos, aislados, sin haber cometido delitos, para relajarme converso un poco con el señor:
-¿Y usted qué hizo?
-Estaba sosteniendo la manta, la del puente.
-¿Y nomás por eso?
-Sí, nomás.
-Chale.

El señor se muestra distraído y un poco nervioso. Pasamos alrededor de diez minutos hablando con frases cortas, cuando abren las puertas y se ven varios policías, unos 6 o 7. Uno me dice “mijo, ¿cuál de éstas es tu cámara?” y otro me enseña dos cámaras. “Esa, la negra, la del cordón roto” le digo, “la rota”, me dice uno, “mira, te la voy a poner aquí en tu bolsa” me la pone en la bolsa de la sudadera y me dice que me baje. Abren las rejas, uno me sujeta un brazo y otro el otro brazo, salto, y rápido me ponen los brazos en la espalda. Me ponen las esposas y entre dos me ayudan a subirme a otra patrulla, una ‘pick-up’, me dicen que me dé la vuelta y que salte a la caja, salto y entre los dos me ayudan a levantarme. “Mira, ahí en la esquina te vas a sentar, aquí en este cartoncito”, me dice el que me puso las esposas, y me pone un cartón que parece de pizza en el suelo. “Mira te voy a poner éstas, es por seguridad, porque a veces saltan y uno no sabe”, me pone unas esposas que unen las mías con una herradura que sobresale de la pared lateral de la caja. Al mismo tiempo el otro oficial sube al señor que iba conmigo, le ponen una esposa que va de su mano a la herradura del otro lado. “Ahí te lo encargo”, le dice un oficial de abajo al que estaba esposando al señor. Se bajan y cierran la caja, uno se sube al asiento del conductor, el otro camina hacia la otra puerta y le digo: “disculpe, oficial, si soy menor de edad, ¿también me van a llevar?”, “Ahorita te digo”. Se sube, encienden la patrulla, arranca y prende los códigos. Volteo al puente, y veo a la gente, algunos me toman vídeo, y me siento protegido por eso. Me río, porque no lo puedo creer. Me siento preocupado porque mi familia no sabe que me llevan.
Llegamos a “la 9”, se estacionan y se bajan de la patrulla, me quitan las esposas que me unen a la patrulla muy gentilmente pero me dejan las que unen mis manos, uno me pregunta:
-¿Tú también eres del #YoSoy132? ¿Andabas ahí?
-No, yo nomás andaba grabando.
-Jaja.

¿Qué le importa al grupo al que yo pertenezca? Me llevaron por estar grabando, no por manifestarme. Ningún policía me vio manifestándome, eso es lo grave del asunto. Me ayudan a bajarme porque sigo esposado, caminamos a un pasillo ancho y corto, con unas ventanillas. Siento bastante miedo, pero cuando veo a diez u once jóvenes que identifiqué del #YoSoy132 y otros que no conocía, sentados en el suelo, platicando, me tranquilicé bastante. “Siéntense ahí”, nos dice uno de los que nos llevaba. Nos sentamos y los policías se fueron a las ventanillas. En unos minutos regresa uno y le toma datos al señor. “¿Tú cómo te llamas?” me pregunta el otro; le doy mi nombre. Me pide mi edad, teléfono de casa, dirección, estado civil, y me pregunta si tengo tatuajes. Le pregunta al otro: “¿qué le pongo en delito, tú que le pusiste en (número)?” habla en código cifrado. “No sé, no le he puesto nada, hay que esperar a ver qué nos dicen”. No tengo ni la menor idea de lo que van a hacer, ni de qué es legal que hagan y qué no. Se van, pasan alrededor de 15 o 20 minutos, me quitan las esposas y se vuelven a ir. Otro policía que ya estaba ahí nos dice que mientras, nos vayamos quitando nuestras agujetas, cinturón y joyería. En la fila de personas que estaban enfrente de nosotros, identifico a un amigo, le digo que le mande un mensaje a mi hermano, que le diga que estoy ahí con ellos para que no se preocupe mi familia. De ahí se pasa el tiempo platicando con los demás, observando a los oficiales, escuchando sus groserías y prepotencias, charlando como si nada, etcétera.
Llega otra patrulla con tres detenidos más, uno extranjero, y otro es el reportero de TVES, se le nota un golpe en la frente. A uno de los que llegaron detenidos le pregunto que si qué nos van a hacer, y me dice que nos van a pasar con el juez en turno para determinar cuál fue nuestro delito y ver si habíamos tomado alcohol o consumido drogas. Dentro de los que arrestaron hay una alemana, que no sabe hablar mucho español. “Tú, ¿sabes hablar español?”, le pregunta el que nos dijo que nos quitáramos las agujetas. “No”. “¿Sabes o no sabes?”, “Nada”. El policía se ríe. Platico con el joven que lo estaban jalando hacia arriba de los brazos y empujando hacia abajo. “Me estaban haciendo palanca hacia arriba pues”, describe su arresto.
Después de cierto tiempo, una hora y media aproximadamente, la policía que había esposado al joven de la “No violencia”, la que le preguntó al oficial que me sostenía si yo era menor, pregunta por mi apellido, le digo que soy yo. “Pásale”, me dice; me paro y me dice que me espere recargado a la pared. Espero 5 minutos y entro, está un joven muy agradable, no muy grande de edad. Me pide confirmar mi nombre, me pregunta que si soy menor, le digo que sí, mientras él teclea cosas en la computadora. Me pregunta si consumí alcohol, drogas, si tengo agresiones físicas en el cuerpo y si pertenezco al grupo #YoSoy132. Le contesto que no a las cuatro preguntas. “De hecho, estaba filmando y un policía me detuvo y me arrancó la cámara” le enseño mi muñeca y el cordón roto de la cámara, “y por eso me trajeron”. “Aa ok”, dice el juez mientras asiente con la cabeza. Sigue tecleando. Me dice que me acerque y me pone una luz azul en el ojo derecho. Me dice que es todo. Salgo y otro oficial muy joven y respetuoso con camiseta gris me lleva por un pasillo. Observo las celdas, veo a 15 o 20 personas en una sola celda, me da mucho miedo. Veo otras dos o tres celdas completamente vacías, y no entiendo por qué los ponen a todos en una sola. Entro a otro cubículo, junto con otros dos muchachos sentados, y está una muchacha muy joven en una computadora. Platica con el oficial que me llevó, y escribe cosas con su teclado. Le dice a los dos muchachos que ya se pueden retirar, y me siento. La joven sigue platicando mientras continúa escribiendo. “(Mi apellido), ¿verdad?”, “Sí”, sigue escribiendo por dos o tres minutos y me dice que ya es todo. El oficial joven me acompaña a la salida, en el camino le pregunto:
-Disculpe oficial, si soy menor de edad, ¿es legal que me pongan esposas?
-Sí; es por tu propia seguridad y la del policía (me responde con una cara y tono serios).
-Ah, es que no sabía. Gracias.

Llegamos al final, le da una hoja a otro policía, se hacen preguntas, y me dice uno que ya es todo, que ya me puedo retirar. Le doy las gracias, me despido de mis amigos, y salgo. Afuera está mi hermano, varios periodistas y muchos simpatizantes y compañeros. Me da felicidad y me tranquilizo. Un reportero me entrevista. Llega mi familia y nos vamos.
Tengo que aclarar, que con excepción del señor de camiseta gris que me quitó la cámara, ningún otro oficial ni civil me atacó física ni verbalmente. Todos me trataron con respeto y hasta amabilidad. No sufrí ni tengo golpes u otras agresiones físicas. Tampoco me ofendieron. No dijeron ni una sola grosería que se dirigiera a mí. Ni siquiera me apretaron fuerte las esposas. Actuaban con un poco de arrogancia, eso sí.
Por otra parte, lo que hicieron fue totalmente ilegal. Detenerme por haber grabado un arresto, y que nadie hiciera nada, que todos los policías siguieran la corriente, es ilegal. Me da risa porque es una ridiculez la razón por la que fui detenido, si se le puede llamar razón a eso. Al mismo tiempo, me deja un sabor muy amargo de injusticia y corrupción. Una clara represión. Dejo abierta la interrogante, a manera de reflexionar, si esto ocurre hoy, ¿qué pasará después, cuando el presidente electo entre en turno, si el PRI ha sido calificado a lo largo de décadas por ser un partido de extrema represión, como se ha visto en los casos de Tlatelolco 68, “halconazo” 71, Aguas Blancas 95, Acteal 97, Atenco 2006, y una gran cantidad de sucesos más actuales, principalmente la represión del movimiento #YoSoy132 en diversos estados? Si se reprimen los derechos de libertad de expresión por parte de las autoridades municipales, ¿cómo será entonces cuando sea por parte de las autoridades federales? ¿Seguirá existiendo la “libertad de expresión”?
Con gusto de haber compartido mi testimonio, Rubén Alfonso Castañeda Martínez.



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