miércoles, 30 de enero de 2013

Ajustar cuentas (electorales)

Astillero
  • Ironías del IFE
  • Boda en Puebla
  • Migrantes y petróleo
Julio Hernández López

El Instituto Federal Electoral se ha metido gustosamente en un callejón lleno de trampas. Conforme a sus cuentas, resulta que el único candidato a la Presidencia en los comicios pasados que rebasó el tope para gastos de campaña fue el que ante la opinión pública y de manera sistemática mostró más austeridad y sacrificio personal, Andrés Manuel López Obrador, mientras su antípoda en esa materia, Enrique Peña Nieto, ha quedado irónicamente limpio de culpa.
 
La postura del IFE va en contra de lo que los ciudadanos pudieron ver en el pasado proceso electoral (una descomunal utilización de recursos por parte del candidato priísta, mientras el de PRD, PT y MC desarrollaba una campaña mesurada) y agrega elementos de inconfiabilidad a la hoja de servicios, de por sí bastante ajada, de varios de los consejeros y funcionarios de ese instituto.

En el fondo, lo que se busca es entretener y entrampar al lopezobradorismo en cuestiones contables (en las que, por lo demás, no hay extrema pericia, como lo demuestran los casos de las asociaciones civiles a las que el PRI puso el ojo fiscalizador apenas pasadas las elecciones de 2012, con la mira de tres colores puesta en escalar escándalos de malos manejos formales de cifras y comprobaciones y de grupales designaciones de consejeros y directivos de esas asociaciones en caso de que hubiera avanzado una oposición recia a la instalación política del peñanietismo). Pero, también, el objetivo es tratar de etiquetar a AMLO como infractor electoral, despilfarrador o mal administrador, colocándolo en el mismo nicho de los Amigos de Fox o el Pemexgate.

No debe perderse de vista que, más allá de las argumentaciones técnicas del IFE y la respuesta específica que ayer boletinó AMLO (http://bit.ly/14qW9gJ), al conjunto de intereses coaligados para repartirse botines nacionales mediante argumentaciones pactistas (sobre todo en el tema energético) le urge desacreditar al máximo posible al tabasqueño que, a fin de cuentas, constituye el único punto de convergencia para movilizaciones y acciones en contra del diseño peñanietista.

Lo paradójico del asunto sería que, como sucedió cuando Fox quiso frenar al tabasqueño instaurando fórmulas de desafuero judicial que al final no pudo sostener, sean ahora nuevamente los estrategas del grupo en el poder los que a fuerza de golpes constantes contra el tabasqueño acaben fortaleciéndolo en el plano del liderazgo social. Con esta suerte de intento de desafuero electoral el propio IFE pierde legitimidad (de la que ya casi no le queda nada), se enreda en dictámenes legalistas que no corresponden a la realidad vista por millones de ciudadanos y causa irritación al actuar con tanto cinismo.

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