María Teresa Jardí
Cuando Salinas gobernaba el país, fingiendo que lo hacía cuidando el entregar lo menos a un imperio que todo lo exigía, mientras en las cárceles se convertía en adictos a los que estaban próximos a salir, para una vez fuera obligarlos a convertirse en vendedores al menudeo de la droga que la policía les proporcionaba, obligándolos a generar sus propios grupos de adictos, es decir, mientras se iniciaba el proceso de conversión al pueblo mexicano en adicto, que hasta ese momento no era, porque anteriores gobernantes no habían recibido la orden de hacerlo así, porque hasta ese momento el imperio yanqui no se había preocupado de controlar, aunque fuera en parte la adicción de sus niños y jóvenes, cada vez más asesinos, en el Norte el narcotráfico era protegido por priístas del gusto de Salinas que siguen siéndolo del usurpador en turno, al grado de que la instancia constructora de carreteras les construía éstas, mientras que el Ejército destruía otras en estados vecinos fingiendo que se daba la lucha que de lo que en realidad se protegía.
Lo mismo que sucede hoy en Tulum. Lo que denunciaba ayer Francisco Rodríguez en nuestro diario que se está haciendo para favorecer, una vez más, otro de los caprichos de Roberto Hernández. Otro pago de favores del usurpador, pues.
A unos se les quita, fingiendo protección por parte de SEMARNAT y de la PROFEPA, la última controlada hoy por la misma familia que en el pasado construía las carreteras para el uso que mejor le pareciera al hoy exhibido por Espino, igual de impresentable y por ello desechable, que entonces gobernaba Sonora. Fingiendo se ha ido desarmando la estructura ética de todas las instituciones, rearmando la no ética.
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