Ricardo Rocha
El cochinero, Pandora y la consulta
La consulta que viene —y va, de cualquier manera— nos remite a dos hechos incontrovertibles: el cochinero de sus impulsores y la caja de Pandora de sus detractores
El ejercicio del domingo tiene respaldo legal, constitucional y sobre todo basamento moral. Que no es poca cosa
La consulta que viene —y va, de cualquier manera— nos remite a dos hechos incontrovertibles: el cochinero de sus impulsores y la caja de Pandora de sus detractores.
En el primer caso, el largo y fallido proceso electoral del PRD no sólo es indefendible. Se trata también de uno de los más duros golpes para la izquierda mexicana, que no milita en ningún partido, pero que es una respetable forma de mirar y vivir la vida. Algo que fue arrastrado en el fango de las trampas por la lucha ambiciosa entre dirigentes y candidatos perredistas. Una estulticia todavía más grave porque se dio en el escenario de uno de los más significativos debates de y por México en los últimos tiempos: la reforma petrolera del gobierno calderonista.
La inoportunidad no podía ser mayor y ha llevado al cuestionamiento —ciertamente simplista— de ¿cómo van a organizar una consulta quienes no han sabido contar sus votos? Aunque el argumento no es poca cosa, valdrían algunas precisiones: la consulta está apuntalada en el gobierno de la capital de la República, avalada por el Instituto Electoral del DF e impulsada por cientos de organizaciones civiles y algunos gobiernos estatales y municipales. Tiene además un respaldo legal, constitucional y sobre todo un basamento moral en la expresión de la voluntad de un importante segmento de la población mexicana, del tamaño que fuere. Que tampoco es poca cosa. Y que debiera ser argumento suficiente para acallar las burlas de quienes se niegan a mirar la realidad porque viven con el testuz permanentemente inclinado ante los poderes político y económico. Así que la consulta —con todos los defectos que pudiera tener— se convertirá en un referéndum a pesar de los pesares.
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