Jorge Moch
Rasgo característico de la televisión mexicana que marca la tesitura de su interacción con la sociedad es la sumisión. Esto desde luego desde su cercanía primordial y fáctica con los poderes político, empresarial, económico y clerical; la televisión viene a ser el quinto poder como jocunda demostración de que sí hay quinto malo. Hay muestras, las menos, de supeditación del poder político a los intereses de los dueños y ejecutivos de las televisoras privadas: allí por ejemplo, un senador de derechas –Santiago Creel– alguna vez obsequioso con los dueños de las televisoras cuando quisieron participar en el negocio de las casas de apuestas, pero después la derecha, hace poco y a raíz de que Creel se quiso salir del huacal con los remiendos a la ley que habría de controlar a los medios electrónicos, particularmente durante procesos comiciales, destituyó al hombrecito ex candidato a jefe de gobierno del Distrito Federal de cimero puesto camaral, para que encima las televisoras airearan los trapitos sucios de don Santiago en el asunto de la paternidad, por mucho tiempo oculta, de la hija de una artistilla de, claro, la televisión. En ese tenor parecería que hay un proxenetismo velado, una corporativa trampa continua, un mecanismo institucional de seducción y compraventa –porque, ¿a quién le sabe amargo un dulce?– para prominentes señores –y mocosos– de la vida pública nacional: allí los falsos escándalos, los rumores, los chismes, en su momento, de que si López Portillo andaba con una encueratriz; que si Salinas de Gortari con Adela Noriega; que si uno de los retoños del ex presidente Zedillo con Érica Buenfil; que aquel chulohermanito incómodo del entonces senador Eduardo Andrade, Sergito, el que regenteaba a la Trevi y un delicioso serrallo de ninfetas; que si a aquel señor francés, Joseph Marie Córdoba, siendo mano derecha de Salinas de Gortari se le chispotearon al dominio público las conversaciones telefónicas con cierta Mata-Hari de Las Lomas; que si el famoso Raúl Velasco tenía cuantiosos intereses en el mercado de la carne perdularia en varias ciudades a lo largo de la franja fronteriza con Estados Unidos; que si potables aspirantes al estrellato de la tele suelen animar la temperatura de ciertas fiestas de políticos y/o narcos… chismes más o chismes menos, hay vínculos entre las industrias de la televisión, de la concupiscencia y del poder.
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