Alvaro Delgado
MEXICO, D.F., 11 de agosto (apro).- “Napoleón decía que las guerras se ganan con tres cosas: dinero, dinero y dinero, así que, bueno, déjenlo como un mensaje subliminal”, aleccionó Felipe Calderón a un auditorio de empresarios alemanes, en un encuentro secreto celebrado el 14 de diciembre de 2005, en el salón Molino del Rey del hotel Camino Real, propiedad de su amigo Olegario Vázquez Raña.
Faltaba poco más de un mes del inicio formal de la contienda por la Presidencia de la República, que arrancó el 19 de enero de 2006, y esa reunión era una sola muestra de la robusta estrategia de Calderón para el acopio y uso de recursos económicos --legales e ilegales-- para imponerse en el cargo, en una suerte de fondo de inversión que anticipaba fabulosas ganancias.
Así fue: siguiendo el utilitarista apotegma de Napoleón, Calderón obtuvo de los magnates del país el suministro financiero para articular, desde todos los frentes --incluida la muy vigente connivencia con Elba Esther Gordillo y numerosos capos priistas--, una estrategia para ofrecerse como la única opción ante la barbarie populista y evitar que ocurriera… exactamente lo que está ocurriendo.
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