jueves, 21 de agosto de 2008

La impunidad, como la humedad, acaba por destruir todo

María Teresa Jardí

Los hombres y las mujeres desde siempre han sido y para siempre serán susceptibles de delinquir, de corromperse, de actuar de manera indebida…
Pero es la impunidad la que lo destruye todo.
A la crónica anunciada de las venganzas que se está propiciando que sean cobradas con la impunidad en la que quedan los crímenes --que ya se suman en miles-- que colecciona el PAN como cabeza usurpadora del Ejecutivo federal. Se suma otra crónica que anuncia una situación de aún más difícil solución por su largo aliento y por el plazo, en cantidad de años, que se necesitan incluso para poder establecer la evaluación de los daños. La crónica de las mutaciones mentales que

necesariamente se van dando en todos los niveles del contexto social cuando los habitantes de un lugar, en nuestro caso de todo un país, se enfrentan de manera prolongada a situaciones de violencia y peor aún cuando la misma está propiciada por las instituciones encargadas de combatirla. Lo primero es un sentimiento de orfandad generalizado sin posibilidad de elaborar el duelo. Luego el cinismo toma carta de naturalización también en la sociedad y el deseo de ser ella la corrupta y la corruptora se torna en eje de vida de cada vez más grandes sectores. Lo que propicia, como es obvio, la comisión de cada vez más delitos.
Y mientras, a la par, se va convirtiendo el resentimiento, ante el abismo inconcebible entre los más ricos del mundo y los cada vez más millones de pobres, en el mismo deseo de venganza que afecta a los sectores directamente perjudicados por la colección de crímenes impunes. Crímenes horrendos que justifican, sí, el deseo de venganza: ejecuciones, torturas, asesinatos, desapariciones, falsas acusaciones, castigo solamente a la pobreza, condena, a lo largo de generaciones, a la imposibilidad de tener una vida digna, para favorecer a banqueros y a toda una gama de empresarios y políticos ladrones. Cinismo y deseo de venganza fincados en razones. Pero impulsores de sociedades cada vez más complejas, más tristes, más desesperanzadas, más feas...
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