jueves, 21 de agosto de 2008
Mafiocracia: México y Rusia
Ricardo Monreal Avila
Las comparaciones son odiosas, pero ayudan a comprender los problemas. Con frecuencia se equipara a México con Colombia en materia de inseguridad y narcotráfico, sin embargo hace tiempo que el país de Gabriel García Márquez dejó de ser nuestro espejo negro y hoy ruegan allá por no “mexicanizarse”. Ellos están saliendo del túnel y esperan no regresar. Un indicador: sus estadísticas rojas nunca reportaron cuatro mil ejecuciones en seis meses, ni en los años de mayor presencia y contubernio entre el narcotráfico y la guerrilla.
Nuestro referente en materia de descomposición, deterioro y crisis de seguridad pública es Rusia. No la de hoy, sino la Rusia de la Perestroika de Mijail Gorbachov, que antecedió a la espiral de violencia de Boris Yeltsin y devino en el retorno del partido hegemónico con Vladimir Putin, en un ciclo histórico de 20 años. La etapa de lo que en Rusia se llamó la “mafiocracia”.
La URSS era un régimen verticalmente estructurado, que descansaba en un férreo centralismo político y administrativo, uno de cuyos pilares fue precisamente su cuerpo de seguridad. Esta policía estaba diseñada para garantizar la seguridad del Estado y la permanencia de su clase política dirigente, no para cuidar al ciudadano de la calle o para garantizar la seguridad de la sociedad civil; conceptos que por demás eran inexistentes en la visión oficial.
Gorbachov inició la perestroika o proceso de reestructuración de la economía, con el objetivo de reformar y preservar el sistema socialista, para dar a la sociedad soviética un cierto espíritu de empresa e innovación. La perestroika y la glasnot contemplaban también una cierta democratización de la vida rusa.
Ambos procesos trajeron varias consecuencias a nivel económico y social que provocaron el fin de la era de Gorbachov y el colapso y desintegración de la URSS. Una de esas consecuencias fue el quiebre de la estructura central del poder soviético, sin alcanzar a reemplazarla con una estructura alterna, funcional, acorde con el esquema de modernización y descentralizacón que impulsaba la perestroika.
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