Lydia Cacho
Huir de México
En 2007 casi 680 mil personas se vieron forzadas por pobreza y violencia a huir hacia el país vecino”
Hace unas semanas, en Tijuana tres familias me contaron que desde hace unos meses viven en San Diego; se mudaron porque alguno de sus hijos o hijas fue víctima de secuestro. Cruzaron la frontera para la presentación de mi libro.
Unos días después en Monterrey escuché historias de terror de jovencitas universitarias que han perdido amigas en manos de secuestradores que levantan muchachas en los antros, ante la inmovilidad de la policía. Sus padres planean enviarlas a estudiar al extranjero por miedo a que las maten o rapten. Miles de familias regiomontanas se están mudando a Texas. En Ciudad Juárez la mayor parte de la clase media ha emigrado a El Paso. Familias enteras de Matamoros han hallado refugio en Bronwsville; de Saltillo en Eagle Pass. Hay más personas nacidas en Zacatecas habitando en California y Arizona que en México.
La diáspora crece irremediablemente y nadie en su sano juicio tiene derecho a cuestionar a quienes viven su patria como una pesadilla y no encuentran más salida que la de desterrarse para dormir en paz, para que sus hijas no sean una víctima más de feminicidio.
Emigrar no es fácil, hace falta valentía para abandonar el hogar, el vecindario, las amistades y familiares; para buscar un nuevo trabajo, e incluso para hablar un idioma ajeno. Las y los adolescentes se van casi por la fuerza, con la tristeza a cuestas, negándose a dejar a sus amistades, su escuela. No debe ser fácil tener 14 o 15 años y saber que en tu país la inseguridad es una constante y la seguridad casi un mito.
Calderón se anunció como el presidente del empleo, y su elección de lanzarse a una guerra sin cuartel, le hará pasar a la historia como el presidente de la emigración por violencia. No resolvió el desempleo que obliga a tantos a irse de braceros, por el contrario, ahora hay motivos adicionales para escapar del país.
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