Julio Pimentel Ramírez
Un connotado senador perredista considera que vivimos en un “mundo al revés”, pues a raíz de la reforma energética aprobada por el Senado y ratificada por la Cámara de Diputados sin modificarle una sola coma, el presidente ilegítimo festeja en tanto Andrés Manuel López Obrador la denuncia y llama a la movilización social, cuando, dice el primero de los personajes, en el nuevo ordenamiento para PEMEX no hay trampa y se cierran las puertas a la privatización petrolera.
En realidad no hay tal confusión, el mundo se encuentra al “derecho”, aunque entenderlo a veces no es sencillo: festinan los que a pesar de que la abiertamente privatizadora propuesta original del gobierno federal fue frenada y modificada en muchos aspectos, obtuvieron un paquete de leyes que deja abierta la posibilidad de que las grandes empresas privadas puedan realizar jugosos negocios en el ámbito de la exploración y explotación petroleras.
La paternidad de las multicitadas siete leyes es disputada por la administración espuria, por el PAN, PRI, PVEM y sectores del PRD. En realidad todos ellos pusieron de su parte en la solución final, condicionada parcialmente por la presencia indeseada -para todos ellos- del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo que con su movilización logró una amplia discusión del tema y que los aspectos abiertamente privatizadoras fueran eliminados del proyecto original.
Los funcionarios de la adminstración calderonista, Juan Camilo Mouriño, Georgina Kessel y Jesús Reyes Heroles, entre otros, así como las transnacionales petroleras y los grandes inversionistas se saborean ya la posibilidad de explorar y explotar el petróleo de enormes “parcelas” de nuestra plataforma marítima, en búsqueda del ansiado “tesoro” de aguas profundas.
Las cúpulas del PAN y del PRI, respondiendo a sus convicciones neoliberales y a sus ambiciones personales cumplen con sus añejas pretensiones de privatizar los recursos energéticos, con el respaldo de la mayor parte de los medios de comunicación tratan de aprovechar políticamente presentándose como formaciones políticas que alcanzan acuerdos por la vía del consenso y la concertación, sin necesidad de “molestar” a la ciudadanía saliendo a las calles.
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