viernes, 31 de octubre de 2008

¿Para quién trabaja, procurador?






Salvador García Soto

Carlos Mouriño Atanes es un gallego con suerte. No sólo porque, en tan sólo 30 años de haber llegado a México procedente de su natal Galicia, logró construir todo un emporio de empresas, gasolineras y frimas que reciben millonarios contratos del gobierno; sino porque en esas tres décadas, a la par que crecía su riqueza, se hizo de muchas y muy fuertes amistades y relaciones de interés con la nueva clase gobernante del PAN.
Mouriño Atanes, quién después de llegar al DF en 1978 como gerente de hoteles de medio pelo --propiedad de la familia de su esposa-- se asentó en Campeche en los años 80, tuvo el buen tino de jugar doble en la política: por un lado se acercó con los gobiernos priístas campechanos y trabó con ellos relaciones “de negocios” –de Abelardo Carrillo a José Antonio a José Antonio González Kuri, pasando por Jorge Salomón Azar--, y por otro lado apostó a la naciente fuerza electoral del blanquiazul.
El gallego Mouriño se convirtió en parte de la nueva élite empresarial que financió el ascenso del PAN al poder. A nivel local, la expansión acelerada de sus gasolineras en todo el sureste, y los contratos cada vez más jugosos con PEMEX para sus empresas Ivancar y Franquicias GES, lo convirtieron en un personaje notable en Campeche y, valiéndose de esa notoriedad y de sus relaciones en el panismo, inventó la carrera política de su hijo, Juan Camilo Mouriño, al que intentó fallidamente hacer alcalde de Campeche.
Su papel como financiero de la campaña de Vicente Fox en el sureste le valió la candidatura a diputado federal para su vástago, además de los ya conocidos aumentos en contratos y montos de PEMEX. Pero lo que afianzó su carácter de “Rey Midas” fue el acierto de haber creído en las posibilidades presidenciales de Felipe Calderón, cuando nadie, dentro o fuera del PAN, apostaba un peso por el hoy presidente.
Y recibió su pago con creces. El ascenso político de su hijo fue notable en el actual sexenio, aunado al mantenimiento de contratos, gasolineras y demás negocios que tiene con el gobierno, sin mencionar todas las facilidades que se le dieron para que hiciera del pequeño pueblo pesquero de Champotón, en las playas campechanas, lo que ya se conoce como “La Nueva España”, un enorme complejo turístico asentado en 308 hectáreas y que con una inversión de 600 millones de dólares, contará con un hotel de gran lujo, una marina privada, un campo de golf, apartamentos exclusivos y el suntuoso acondicionamiento de las playas locales
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