Luis Javier Garrido, La Jornada
Los analistas de la derecha están constatando que los términos de la contrarreforma petrolera aprobada por el Congreso mexicano no satisfacen las expectativas que tuvieron y ya están empezando a buscar responsables del fracaso, y el primero de ellos parece ser el español Juan Camilo Mouriño (titular de Gobernación), contratista y negociador de la aprobación, envuelto ahora también en otro escándalo: el ocultamiento por el gobierno calderonista de información vinculada con los posibles turbios tejemanejes de su padre, el socio y amigo de Fox.
1. La contrarreforma petrolera privatizadora de Felipe Calderón y los priístas salinistas, que culminó el martes 28 con otro bochornoso acto de aprobación ahora de los diputados, que votaron sin discutir en el pleno los textos legales y negándose a cualquier análisis, en una sesión irregular de la Cámara, con la tribuna tomada, y en la que la PFP y fuerzas armadas del Ejecutivo de facto rodearon el Palacio Legislativo de San Lázaro, no ha resuelto nada del futuro de la industria petrolera mexicana.
2. La afirmación de Felipe Calderón del miércoles 29 de que la aprobación fue “por consenso”, cuando más de 100 diputados votaron en contra es tan mentirosa como la de que “Pemex se va a fortalecer”. Para engrandecer la industria petrolera mexicana no se necesitaba ni se necesita ninguna “reforma” legal, sino voluntad patriótica, algo de lo que carece el gobernante espurio. Lo que él requería era contar con más garantías en la legislación secundaria de las que ya existen para disponer más libremente de la paraestatal a fin de ir entregando a pedazos la industria a las trasnacionales, y esto es lo que le dieron los legisladores abriendo rendijas en los nuevos principios legales.
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