Alfredo Jalife-Rahme
Bajo la Lupa
La demografía representa uno de los principales constituyentes de la democracia numérica. Si EU no sucumbe a la aventura fascista y/o al apartheid de su minoría plutocrática, su nueva democracia generacional está ya marcada por la recomposición demográfica en los próximos cuarenta años: el ascenso de la hibridación multicultural.
La elección del mulato hawaiano Barak Obama (“Barak” proviene del árabe que significa “bendito”) representa el inicio de una revolución democrática pacífica y multirracial, pero sustentada en el cambio demográfico cuando el segmento juvenil de los 18 a los 29 años se volcó por su candidatura, mientras el segmento de la tercera edad, en su mayoría monorracial “wasp” (blanco-anglosajón-protestante) votó por McCain que significa en idioma escocés el “hijo de Caín“.
Se trata de “un nuevo EU” que rompe radicalmente con el “viejo EU” decimonónico (cuando el 85% de la población era wasp), en espera de la principal mayoría étnica que será latina y a preponderancia mexicana.
En las dos anteriores elecciones, el diferencial del voto popular había sido mínimo, mientras el sufragio del Colegio Electoral había sido apretadamente controvertido, lo cual benefició al Partido Republicano y a su base fundamentalista evangelista, apuntalado tanto por la perversidad electorera de Karl Rove (el íntimo asesor de Baby Bush) como por los neoconservadores straussianos.
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