Octavio Rodríguez Araujo
El fin de la actual fase del capitalismo, conocida como neoliberalismo, comienza a ser realidad. La crisis no es sólo económica (financiera y monetaria): es también política y ambiental. Y en países como México, también de seguridad y de valores.
Los mitos del neoliberalismo se están cayendo uno tras otro. Una vez más el Estado tiene que intervenir (como en los años 30 del siglo pasado) para salvar a las empresas y, puesto que estamos hablando de estados capitalistas, salvar a millones de personas amenazadas por el cierre de esas empresas, no porque sean personas, sino porque si ya no son productores que por lo menos sean consumidores (el capitalismo funciona con base en el mercado y éste no existe si no hay consumidores de las mercancías que se producen). El desempleo masivo ya es una certeza porque la producción ha disminuido y ésta ha bajado porque la gente no tiene dinero para comprar: un perverso círculo vicioso que ya se veía en el horizonte próximo, pero al que nadie le hizo caso hasta que nos alcanzó.
La especulación, el enriquecimiento desmedido, la ganancia fácil son elementos que provocaron la crisis que vivimos. Todos los días se despiden trabajadores de bancos, de industrias, de grandes comercios, etcétera, y lo peor para los capitalistas es que con esos despidos están muy lejos de resolver el problema, pues están acabando con los consumidores (los desempleados consumen lo mínimo para sobrevivir). Sólo los estados pueden paliar esta tragedia reactivando la economía con obras de infraestructura, evitando la quiebra de empresas, regulando precios y, para colmo de la contradicción ortodoxa del pensamiento neoliberal, regresando a los subsidios y a las inyeccionesAQ de divisas para mantener más o menos estables las monedas.
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