Arnaldo Córdova
A Othón Salazar, maestro y compañero de nuestras luchas
Salta a la vista que el departamento del Estado que más urge reformar en cuanto a su régimen constitucional y en cuanto a su funcionamiento orgánico y político, es el Poder Ejecutivo (la expresión “departamento” para referirme a un poder del Estado la tomé de Rabasa). El Ejecutivo es el poder encargado de gobernar a la sociedad en todos los órdenes de la vida pública, aplicando (ejecutando) las leyes que emanan del Legislativo para ese propósito. Como decía Rabasa, es el poder de verdad entre los que integran el Estado.
Su titular, según el artículo 80 de la Carta Magna, es un solo individuo que se denomina “Presidente de los Estados Unidos de México”. Sólo en los primeros tiempos del México independiente (y ya antes, en la Constitución de Apatzingán) se postuló una presidencia colegiada. Los tiempos y las experiencias de la vida política moderna han demostrado que el gobierno de la sociedad es mejor que lo lleve un solo individuo. En los regímenes parlamentarios, a ese individuo (primer ministro) lo debe acompañar un número de colaboradores que se integrarán en un gabinete responsable ante el Parlamento, del cual dimanan.
¿Qué es lo que hay que reformar en el caso del Ejecutivo? Sin seguir un orden, porque hay demasiados temas en cuestión, para empezar, el tema que más inquieta a los mexicanos es la tremenda irresponsabilidad y la falta efectiva de control en medio de las cuales el presidente gobierna. El es quien menos rinde cuentas en este país no obstante que está obligado, constitucionalmente, a informar al Congreso sobre su actuación. El Legislativo no puede ejercer sus facultades de control político que, se supone, deben habilitarlo para controlar los actos del Ejecutivo en el gobierno de la sociedad y su adecuación a las leyes que el Legislativo ha producido para ese efecto.
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