Antonio Gershenson
Aparentemente, la gran polémica de estos últimos días ha sido de optimistas contra pesimistas. El gobierno decidió que hay que ser optimistas. Muchos otros no. La verdadera polémica es, en el fondo: palabras contra hechos. Y los hechos determinan si las cosas están mejor o peor, y si vienen mejor o vienen peor.
Un primer hecho, publicado esta semana: en tres meses, de noviembre del año pasado al reciente enero, se perdieron más de 541 mil empleos en las zonas urbanas de México (datos del Seguro Social). Las palabras: el subsecretario de Hacienda, replicando a las críticas de diputados, dijo que afirmar que estos empleos se perdieron era una cifra exagerada, ya que el pronóstico gubernamental para todo 2009 se ubicaba sólo entre 250 mil y 300 mil.
Decía que había que creer a las cifras futuras del gobierno y no a los hechos, porque al fin del año la caída es estacional. ¿Qué no el fenómeno estacional de fin de año era el aumento de las ventas por Navidad, Año Nuevo, Reyes? Y si hablamos de la “cuesta de enero”, pues resulta que enero fue el “menos malo” de los tres meses, con 128 mil empleos perdidos, cuando el promedio de los tres meses fue de 180 mil. Es el colmo que se nos quiera convencer de creerles más a las palabras, en este caso números gubernamentales, que a los hechos (también incluyendo números) que una institución gubernamental dio a conocer.
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