sábado, 18 de abril de 2009

Desfiladero

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Jaime Avilés

Durante su sesión fotográfica con Barack Obama en un cuarto de Los Pinos, Felipe Calderón se sentó en un sillón cuyo cojín era dos veces más alto que el del mandatario estadunidense. Fue el menor de los detalles patéticos y ridículos de estos días que acabamos de vivir y que tal vez se anclarán en la memoria como la semana de la vergüenza, cuando millones de mexicanos sentimos la profunda vergüenza de estar sometidos, que no gobernados, por una clase política tan rastrera y deleznable. Examinemos cuatro de sus actos más significativos.

Maniobras conjuntas

Barack Obama vino a México a retratarse y sonreír sin decir nada, porque los acuerdos sustanciales de su gobierno con los policías y los militares del gabinete de Calderón ya los había amarrado, en su visita previa, Hillary Clinton. Estados Unidos aportará 83 mil millones de dólares más a la defensa de su frontera sur, para atenuar la violencia de las empresas mexicanas exportadoras de drogas ilícitas, pero no aplicará medidas extras para disminuir la venta de armas made in USA a los cárteles de este lado del río, porque eso acentuaría el desempleo por allá. A cambio de esto, que no abre ninguna "nueva era" en nuestras relaciones con nadie, la Armada de México participará en maniobras conjuntas con los marines.
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