En regímenes presidencialistas las elecciones terminan casi siempre siendo una evaluación del Ejecutivo en turno. En cambio, en un sistema parlamentario, las elecciones terminan siendo una evaluación de la legislatura en funciones.
Nuestro sistema es formalmente presidencialista, pero desde hace tiempo ha ido evolucionando materialmente hacia formas semiparlamentarias de gobierno. No sólo el Congreso comparte con el Ejecutivo el poder de nombramiento en áreas crecientes de la administración pública o de los llamados organismos autónomos, sino que cada vez es más frecuente que la oposición gobierne desde el Congreso sobre el Ejecutivo. Esto último es lo que ha venido realizando sistemáticamente el PRI desde el año 2000, cuando perdió la Presidencia pero conservó la preeminencia en el Congreso federal y la mayoría de los congresos locales.
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