El gran perdedor de las elecciones del 2009 es Felipe Calderón. Él solito convirtió la jornada electoral en un referéndum sobre su gobierno, al conminar a los ciudadanos a definir si apoyaban o no su guerra contra el crimen. De origen ilegítimo, no pudo sin embargo recuperarse políticamente a la mitad de su administración. El país carga como a un fardo a su gobierno: ni lo eligió en 2006 y no lo reivindicó en 2009. Prácticamente, sólo 10% de los electores sufragaron para respaldarlo.
El PRI aparece como el victorioso de una jornada electoral mediocre, sin pasión, sin figuras. Igual que en 2003. Nos vende el espejismo de su resurrección, igual que en 2003. Nos amenaza con llegar a Los Pinos, igual que en 2003. Se le olvida al PRI que es el campeón de las elecciones intermedias y el perdedor de las contiendas ciudadanas. Cuando baja la participación ciudadana sube el voto por el PRI, sus estructuras arrasan en despoblado. Cuando participan los ciudadanos arrasan los símbolos del cambio y la esperanza.
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El PRI aparece como el victorioso de una jornada electoral mediocre, sin pasión, sin figuras. Igual que en 2003. Nos vende el espejismo de su resurrección, igual que en 2003. Nos amenaza con llegar a Los Pinos, igual que en 2003. Se le olvida al PRI que es el campeón de las elecciones intermedias y el perdedor de las contiendas ciudadanas. Cuando baja la participación ciudadana sube el voto por el PRI, sus estructuras arrasan en despoblado. Cuando participan los ciudadanos arrasan los símbolos del cambio y la esperanza.