¿Realmente era necesario que murieran cuatro docenas de niños para cobrar conciencia? ¿Y de veras tenemos más conciencia ahora, tras el escándalo de las guarderías? Quizá todavía no caemos en cuenta de que la captura, la desviación y la corrupción de la administración pública no sólo son prácticas indignantes, sino que pueden producir verdaderas tragedias.
La que sucedió en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, tiene todos los ingredientes para dejar constancia de los horrores que puede desencadenar la falta de ética en el servicio público. Más allá de los peritajes sobre las causas del incendio que originó la muerte de esos 48 niños, y de la responsabilidad individual de quienes habían asumido su custodia, el episodio nos ha mostrado de cuerpo entero tres de los más graves defectos de la administración pública mexicana: la falta de criterios profesionales para designar a los servidores públicos; la falta de rigor en la asignación de contratos y concesiones; y la falta de transparencia. De paso, también hemos visto el uso electoral de la información y la banalización mediática. Todo a la vez.
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La que sucedió en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, tiene todos los ingredientes para dejar constancia de los horrores que puede desencadenar la falta de ética en el servicio público. Más allá de los peritajes sobre las causas del incendio que originó la muerte de esos 48 niños, y de la responsabilidad individual de quienes habían asumido su custodia, el episodio nos ha mostrado de cuerpo entero tres de los más graves defectos de la administración pública mexicana: la falta de criterios profesionales para designar a los servidores públicos; la falta de rigor en la asignación de contratos y concesiones; y la falta de transparencia. De paso, también hemos visto el uso electoral de la información y la banalización mediática. Todo a la vez.