México vive una de las peores crisis de su vida. No es sólo económica, sino general. En ella se enlazan la pérdida acelerada de empleos, de expectativas de vida, de nulo crecimiento económico. Pero también es una crisis ética y moral en las altas esferas sociales, acompañada de una violencia inusitada, absurda, indeseable. Y de otra crisis, la política, derivada de la imposición de un gobierno espurio tras la elección de 2006.
Por eso, los ciudadanos reprobaron al gobierno panista y a Felipe Calderón, empeñados en políticas públicas que empobrecen más a los más pobres. De ahí el hartazgo hacia un proyecto conservador, neoliberal, de derecha. Pero también la exigencia de un rumbo distinto para la nación.
No obstante, la elección de julio pasado también mostró la incapacidad de la izquierda para enviar un mensaje claro a la sociedad. Sin asumir su papel natural, no pudo capitalizar la tragedia económica y política del régimen. Tenía que aglutinar el descontento social, capitalizar la debacle del gobierno impuesto. Pero eso no sucedió.
Leer Nota AQUI
Por eso, los ciudadanos reprobaron al gobierno panista y a Felipe Calderón, empeñados en políticas públicas que empobrecen más a los más pobres. De ahí el hartazgo hacia un proyecto conservador, neoliberal, de derecha. Pero también la exigencia de un rumbo distinto para la nación.
No obstante, la elección de julio pasado también mostró la incapacidad de la izquierda para enviar un mensaje claro a la sociedad. Sin asumir su papel natural, no pudo capitalizar la tragedia económica y política del régimen. Tenía que aglutinar el descontento social, capitalizar la debacle del gobierno impuesto. Pero eso no sucedió.