Mañana 5 de julio, día de elecciones, se cumple exactamente un mes de la terrible tragedia que le arrebató sus tiernas vidas a nuestros 48 hijos, y les ha dejado terribles heridas en el cuerpo y en el espíritu a los sobrevivientes, a sus familias y a la sociedad entera, en Hermosillo, en Sonora y en todo México.
Un largo mes en el que la herrumbrosa maquinaria encargada de la procuración de justicia, tan ágil cuando de perseguir luchadores sociales y pobres se trata, ha demostrado hasta la ignominia la falta de voluntad política de los gobernantes y su completa inoperancia para castigar a los culpables de este espantoso crimen.
¿Qué es lo que tenemos después de un mes? Nada.
Tenemos un Estado que fracasa en la salvaguarda del tesoro más preciado de toda nación, que es su niñez. Tenemos un Estado fallido.
Tenemos un presidente de la República que dicta tardías órdenes a su procurador de justicia, “caiga quien caiga, tope en donde tope”, que de inmediato se estrellan en el muro de las complicidades y de la protección a los verdaderos culpables que no caen desde su pedestal de impunidad.
Tenemos un Seguro Social que subroga sus obligaciones y viola sus propias normas para alimentar la voracidad de familiares y socios pertenecientes al primer círculo del poder, para la obtención de dinero fácil proveniente de nuestras cuotas y de nuestros impuestos.
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Un largo mes en el que la herrumbrosa maquinaria encargada de la procuración de justicia, tan ágil cuando de perseguir luchadores sociales y pobres se trata, ha demostrado hasta la ignominia la falta de voluntad política de los gobernantes y su completa inoperancia para castigar a los culpables de este espantoso crimen.
¿Qué es lo que tenemos después de un mes? Nada.
Tenemos un Estado que fracasa en la salvaguarda del tesoro más preciado de toda nación, que es su niñez. Tenemos un Estado fallido.
Tenemos un presidente de la República que dicta tardías órdenes a su procurador de justicia, “caiga quien caiga, tope en donde tope”, que de inmediato se estrellan en el muro de las complicidades y de la protección a los verdaderos culpables que no caen desde su pedestal de impunidad.
Tenemos un Seguro Social que subroga sus obligaciones y viola sus propias normas para alimentar la voracidad de familiares y socios pertenecientes al primer círculo del poder, para la obtención de dinero fácil proveniente de nuestras cuotas y de nuestros impuestos.