El caso Iztapalapa y el caso República Mexicana tienen un origen común, la falta de confianza y pulcritud electoral. En efecto, el que hoy estamos sufriendo el tercer año del peor gobierno de la historia contemporánea del país (y eso que el de Fox fue deplorable), no se debe más que a la responsabilidad del entonces Presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE), Leonel Castillo que, después de reconocer todas las trampas de la elección de 2006 acabó diciendo que, como no había “determinancia”, “el pelele” Calderón podía sentarse en la silla presidencial.
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