Desde hace muchos años, allá por 1978, cuando la esperanza colmaba nuestras mentes, aunque la pena estuviera aposentada en nuestros espíritus, soñábamos con ir a ver hecha realidad la justicia que reclamábamos para nuestros hijos, esposos, hermanos, compañeros todos, desaparecidos en este continente.
El dolor corría con la fuerza de un torrente, arrasando la felicidad de los hogares, desde el río Bravo hasta la Patagonia. Minúsculas eran las excepciones, pero afortunadamente las había. ¡Dichosos ellos! |