MÉXICO, D.F., 9 de febrero (apro).- Hace menos de una semana, en una reacción inmediata ante la masacre de 15 jóvenes en Ciudad Juárez, Felipe Calderón y Fernando Gómez Mont adelantaron su dictamen –como si fueran agentes del Ministerio Público--: que fue el resultado de un pleito entre pandillas, y así justificaron la inoperancia de los miles de efectivos policíacos y militares que enviaron en la ‘Operación Conjunta’.
Por su parte, el alcalde, José Reyes Ferriz, y el gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza, ofrecieron un millón de pesos de recompensa y se lavaron las manos ante una corresponsabilidad evidente por este suceso que marcó un punto de quiebre en la espiral de violencia en esta ciudad fronteriza.
Ahora, de los discursos evasivos que responsabilizan a las víctimas de su propio destino trágico, han pasado a una sobrerreacción con fines de imagen pública para aparentar que, con gestos grandilocuentes, pueden ocultar el fracaso evidente en Ciudad Juárez.
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Por su parte, el alcalde, José Reyes Ferriz, y el gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza, ofrecieron un millón de pesos de recompensa y se lavaron las manos ante una corresponsabilidad evidente por este suceso que marcó un punto de quiebre en la espiral de violencia en esta ciudad fronteriza.
Ahora, de los discursos evasivos que responsabilizan a las víctimas de su propio destino trágico, han pasado a una sobrerreacción con fines de imagen pública para aparentar que, con gestos grandilocuentes, pueden ocultar el fracaso evidente en Ciudad Juárez.