No es de subestimarse la disculpa que pidió el secretario de Gobernación a los familiares de los 15 jóvenes asesinados, estudiantes y deportistas destacados en Ciudad Juárez, Chihuahua, por la premura e irresponsabilidad con la que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa los vinculó, desde Tokio, Japón, a pandillas. Hipótesis ésta que el mismo Fernando Gómez-Mont Urueta insistió en defender todavía dos días después.
Para un gobierno de la República que más bien actúa como grupo gobernante, social y políticamente insensible como pocos y sellado por la ineptitud, la corrupción y la arrogancia --una peligrosísima combinación que no acaba de provocar estallidos sociales de magnitudes y consecuencias generales porque el mexicano es un pueblo muy paciente, desorganizado y generoso--, no resulta anecdótico que la solicitud pública de disculpa de Gómez-Mont se produzca en la víspera de la visita a Juárez de su jefe institucional --al que dice defender porque es su obligación, cuando sería de esperarse que lo hiciera por convicción--, y enseguida del anunciado cambio de estrategia en la lucha contra el narcotráfico en la fronteriza ciudad que, nueve años después de vistosos y muy publicitados operativos policiacos y militares, está literalmente en manos de los barones de la droga, sus lugartenientes y sicarios.
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Para un gobierno de la República que más bien actúa como grupo gobernante, social y políticamente insensible como pocos y sellado por la ineptitud, la corrupción y la arrogancia --una peligrosísima combinación que no acaba de provocar estallidos sociales de magnitudes y consecuencias generales porque el mexicano es un pueblo muy paciente, desorganizado y generoso--, no resulta anecdótico que la solicitud pública de disculpa de Gómez-Mont se produzca en la víspera de la visita a Juárez de su jefe institucional --al que dice defender porque es su obligación, cuando sería de esperarse que lo hiciera por convicción--, y enseguida del anunciado cambio de estrategia en la lucha contra el narcotráfico en la fronteriza ciudad que, nueve años después de vistosos y muy publicitados operativos policiacos y militares, está literalmente en manos de los barones de la droga, sus lugartenientes y sicarios.