MÉXICO, D.F., 28 de junio (apro).- Habitualmente fríos al drama cotidiano de millones de mexicanos a merced de la pobreza y la violencia, a las que suelen aproximarse sólo mediante sus proyectos filantrópicos, los ricos de México padecen cada vez más los embates de la delincuencia, aun en las fortalezas que habitan y detrás de nubes de guaruras.
En medio de matanzas que apilan casi 25 mil cadáveres, balaceras a cualquier hora, secuestros cotidianos, extorsiones por doquier, abusos policiaco-castrenses crecientes y desasosiego general, todo en un contexto de impunidad absoluta, las élites ya están hartas.
Y han dado con el responsable: Felipe Calderón.
En las conversaciones en los restaurantes de postín de todo el país, en los centros financieros y en sesiones de organismos empresariales, son cada vez más despectivos y soeces los comentarios sobre Calderón y sus colaboradores, que van desde “nacos”, “ineptos” y “corruptos” hasta imputaciones sobre ostensibles aficiones etílicas.
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En medio de matanzas que apilan casi 25 mil cadáveres, balaceras a cualquier hora, secuestros cotidianos, extorsiones por doquier, abusos policiaco-castrenses crecientes y desasosiego general, todo en un contexto de impunidad absoluta, las élites ya están hartas.
Y han dado con el responsable: Felipe Calderón.
En las conversaciones en los restaurantes de postín de todo el país, en los centros financieros y en sesiones de organismos empresariales, son cada vez más despectivos y soeces los comentarios sobre Calderón y sus colaboradores, que van desde “nacos”, “ineptos” y “corruptos” hasta imputaciones sobre ostensibles aficiones etílicas.