Es cierto que abundan los especímenes (dentro de la política devenida en politiquería, en el sector privado, y en no pocos de quienes presumen ser intelectuales), a los que les va a la perfección lo de desvergonzados, procaces, descarados y falsos que, para no seguir con el catálogo, ahí le corto.
El ejemplo del mayor engendro de cinismo es la seudoprofesora Elba Esther Gordillo Morales (nunca ha exhibido un título, ni de escuela patito, de haber cursado materia alguna de pedagogía, ni formación educativa, apenas un dizque curso de historia, con el cual se acreditó en las filas magisteriales). Ingresó al sindicalismo, hoy más que nunca mafioso, al grito de Carlos Jonguitud Barrios de: “¡tráiganme a esa flaca!”. Es presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), al ser impuesta por Carlos Salinas y Manuel Camacho Solís en 1989, tras echar a Jonguitud, para servir al Partido Revolucionario Institucional y después, chaqueteando a éste, pasarse al Partido Acción Nacional (PAN), de Fox a Calderón.
Es políticamente malvada y dispuesta a todo. Maneja como medios para sus fines la traición, el acomodo oportunista, maniobras y uso de inescrupulosos recursos para controlar con “el palo y la zanahoria” a más de 1 millón de maestros (con constantes rebeliones dentro del SNTE y la persistente oposición de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que han puesto a salvo la dignidad magisterial). Maneja a su antojo las millonarias cuotas mensuales que le han entregado los titulares de Educación Pública: desde Manuel Bartlett, Ernesto Zedillo, Fernando Solana, José Ángel Pescador, Fausto Alzati, Miguel Limón, Reyes Tamez, Josefina Vázquez Mota y Alonso Lujambio.