domingo, 23 de septiembre de 2012

La muerte del derecho al trabajo

Arnaldo Córdova
 
Se trata de un fenómeno universal, mundial. En todos lados, en todos los países, desde hace unos cuarenta años, los gobiernos, atentos a las exigencias de sus clases patronales, se han dedicado a derruir todos los principios protectores del trabajador que han sido consagrados, no solamente por los países en su particular esfera, sino también por el orden internacional. Esa tendencia, que en los años setenta se conoció como flexibilización de las relaciones laborales, se ha venido desarrollando con un ímpetu tal que hay lugares en los cuales las antiguas instituciones del derecho del trabajo han dejado de existir.

Desde luego, ha habido países como Italia y Francia y otros más en los que los trabajadores han sabido resistir las embestidas de sus gobiernos y de sus clases dominantes, negociando ventajosamente las exigencias de flexibilización del trabajo. En Italia, por ejemplo, se llegó a un acuerdo, ya a principio de los años ochenta, en virtud del cual los empresarios obtenían una flexibilización completa pero, a cambio, se comprometían a respetar el máximo constitucional de horas de trabajo. Así, un trabajador, un día debía trabajar catorce o quince horas, mientras que otro sólo tres o cinco horas. Pero al final del mes, el número de horas trabajadas no debía rebasar el máximo legal.

En otros países se ha llegado a acuerdos semejantes, por ejemplo, en la contratación del trabajo o en el respeto a los principios del derecho de huelga o, principalmente, respecto de la libertad sindical. Son acuerdos, por lo general, que la clase dominante, protegida por el gobierno, tiende a violar o a anular en los hechos. Se ha visto en todas partes y son hechos que comprueban el ímpetu que los procesos de flexibilización poseen y la debilidad de los trabajadores en sus relaciones con los empresarios. El Estado sólo se dedica a proteger a los patrones, apoyándolos en sus embestidas en contra de los trabajadores.

La embestida en México en contra del viejo derecho del trabajo se lleva a cabo, como en todas partes, en nombre de la modernidad y la resistencia de los trabajadores se quiere hacer pasar como una defensa del pasado y, como tal, retardataria. Así se van destruyendo todas las instituciones del derecho del trabajo histórico. La reforma a la Ley Federal del Trabajo que Calderón ha presentado al Legislativo recién electo, es la peor embestida que las clases dominantes han emprendido en contra de nuestras instituciones laborales. El Consejo Coordinador Empresarial negoció esa reforma y fue aceptada en todas sus partes tanto por el gobierno de Calderón, como por el candidato presidencial priísta, Enrique Peña Nieto.

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