domingo, 23 de septiembre de 2012

Mal estreno

Rolando Cordera Campos
 
Decretado el resultado por parte del tribunal electoral, se abrió una pausa que el presidente electo apenas ha tocado, salvo en desafortunados anuncios en el exterior sobre cuestiones clave como la del petróleo. Decir que en Pemex se hará como en Petrobras, para justificar la apertura de la explotación petrolera a la inversión privada es, apenas, una mala ocurrencia que, sin embargo, nos remite a aquello de que los veneros del petróleo los escrituró el diablo. Pero para hacerle honor al poeta, no es necesario ir tan lejos como Brasilia.

Quien se lanzó a su propio ruedo virtual fue el presidente Calderón. No contento con los triunfos que le otorgara la reforma política tan solícitamente aprobada por el Congreso de la Unión, decidió estrenarla y poner a prueba a la nueva legislatura con una iniciativa de reforma laboral, cuya congruencia es muy discutible y cuya consistencia le ha puesto los pelos de punta a más de un sabio jurisconsulto y a no pocos auténticos hombres de empresa.

Los nuevos encargados de las bancadas priístas en la Cámara y el Senado, un día sí y otro también hacen actos de fe reformista y, se supone, de fidelidad a no se sabe qué compromisos de la transición presidencial. En sus bases, en el Congreso y las organizaciones de masas que quedan, no parece reinar la conformidad y en los establos del viejo sindicalismo más bien campea el enojo, cuando no el desencanto.

El estreno de la famosa iniciativa preferente a que los presidentes tienen derecho merced a la reforma política reciente, puede resultar así un estreno de opereta y la aprobación del galimatías laboral una lamentable y pírrica victoria. Mala premier para un teatro de por sí desvencijado.

La tregua festinada por priístas y panistas, con música de acompañamiento patronal, es en gran medida una farsa, porque la política de la confrontación no ha cesado y ahora, con la infortunada iniciativa laboral, puede ahondarse para tocar relaciones sociales fundamentales. No es de treguas de lo que está urgido el país, sino de una política que empiece por revisar su semántica y se atreva a llamar a las cosas por su nombre.

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