domingo, 13 de julio de 2008

Y NO FUE UN DOMINGO CUALQUIERA....

El lugar está vacío temprano por la mañana. La gente circula en bicicleta, patines o a pie sobre Av. Juárez, sobre las banqueta. La policía hace su rondín acostumbrado para observar el lugar, mirando los árboles y el lugar blanco por el mármol. La gente llega, techos, tiendas que se levantan para transformarse en lugares de venta para su mercancía. Y mientras levantan sus tiendas, miran, observan lo blanco del mármol, los leones, la guirnalda, a Juárez. Preguntando ¿Dónde estás? El lugar empieza a recibir gente, poniendo guirnaldas en cada uno de los que llegan. Cada uno tiene su historia, ha defendido la patria a su manera, como puede, hasta donde puede. Se sientan en su lugar buscando sombra, buena vista. Esperan pacientemente llegar a otro de su elite, a otro héroe. Mientras brota lo que sacia el alma, lo que la tranquiliza: películas y mensajes en discos compactos y discos DVD, las revistas, los periódicos, libros y notas que nutrirán su hálito, su pensamiento, su tiempo. Así mismo, surge lo que saciará su estancia por el clima que se presenta: leche y pan, quesos, refrescos y aguas que apaciguarán el hambre y la sed. A su vez, se deja ver los cables, bocinas y equipos de sonido que empiezan a instalarlos. Paraguas, periódicos, gorras, sombreros se asoman en la gente para cubrirse del sol, todo se vale hasta cascos con leyendas de “Pemex no se vende”, incluso gafas, lentes y el uso de las manos para ver bien. La gente sigue llegando, busca lugar y no hay. No hay más que quedarse parado esperando que llegue aquel al que esperan. Esperan pacientemente, aguardando, permaneciendo y preparando el espíritu, el alma, corazón, mente y cuerpo para recibir las palabras que continuarán avivando el espíritu revolucionario que hay en nosotros. Bien dice la frase: “Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario.”. Y lo más lindo es recibir las palabras que lo alimentan. Este país está lleno de injusticias y el pueblo tiene hambre no solo de pan, sino de justicia también. Por eso siempre está hambriento. Llega el ansiado héroe, el que trae palabras que alimentan. Que acarician los oídos y sustenta el alma y levantan el espíritu para continuar la lucha. La gente vitorea a su héroe, dando razón a sus argumentos, pero aún más, a su Presidente Legítimo. La gente no lo olvida, en la gorra, en la playera, en un botón, en un poster: en la mente y en el corazón. Terminan las palabras y aplausos se escuchan en cada rincón del Hemiciclo a Juárez, voces que lo aclaman, dando la razón, la inteligencia está en la resistencia. Luego la acústica se perfecciona, se armoniza, tono y pausa, silencio y nota se hacen presentes. Las cuerdas resuenan, la voz quiere imitar a los mismos pájaros que se encuentran en los árboles para entonar un canto de libertad, recordando la historia, evocando a sus héroes, avivando el espíritu moviendo los pies, casi obligando a chocar las manos para acompañar la nota, la armonía, la cadencia y la consonancia que invita a cada persona a seguir la eufonía. La melodiosa música hace que cada uno se hermane, encuentre avenencia, cordialidad y unión. El fin es el mismo, el propósito se cumple, nuestra identidad se hace presente: La cuna, el origen y nuestro nacionalismo aflora para defender, salvaguardar la patria del enemigo neoliberal.