jueves, 28 de agosto de 2008

Implantar las prohibiciones

or María Teresa Jardí

Las crónicas que se anuncian —si no se atienden— llegan a la meta. Y hoy se empieza a implantar. Sí, a implantar, como si de chips se tratase. Hoy empieza a regir a nivel nacional lo que se convertirá en una cada vez más larga lista de prohibiciones para el pueblo mexicano. De eso trata la prohibicionista ley en contra del tabaco. Que nadie se engañe. En el Distrito Federal también gobierna la derecha. Ebrard es de derecha y el que sea mucho más inteligente, que el tan limitado en ese sentido Calderón, no cambia la ideología del gobernante capitalino y el PRD hoy está en manos de la derecha Chuchista.
En un país con seis mil impunes ejecutados, más los acumulados desde que se dio a conocer la cifra, en tan sólo 19 meses de desgobierno PRIAN/ fecalista, que no nos vengan a decir que lo que se busca es que nadie muera —por fumar— de cáncer en el pulmón.
Para evitar las muertes por cáncer de pulmón sólo sirve la educación. Lo otro, en el mejor de los casos, es criminalizar el suicidio.
La prohibición es mentirosa y perversa. La prohibición es inaceptable incluso por cuestiones de lógica. La prohibición lleva implícita la tentación de transgredir la norma y más aún en un país al que se le ha cancelado la vocación de respeto a la ley y en el que la sociedad, como puede, marcha a trompicones sin instituciones.
Las prohibiciones anuncian más prohibiciones. Las prohibiciones son educativas, en el peor sentido de la palabra.
La prohibición busca amedrentar.
La prohibición es uno de los indicadores con los que se mide el aguante de la sociedad.
Las prohibiciones son racistas y clasistas.
Las prohibiciones buscan convertir a los pueblos en chivatos.
La derecha prohíbe. La izquierda enseña. La izquierda convence. La derecha impone.
Las prohibiciones son distractivas. Forman parte del circo con el que se busca mantener ocupada, en cosas sin importancia, a la ciudadanía.
La prohibición aleja a la ciudadanía de la cosa pública. El amo ordena. El criado acata. El padre impone. El hijo no tiene derecho a la protesta.
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