domingo, 10 de agosto de 2008

Jorge Gómez Naredo Delincuencia y secuestros: problemas de fondo



JORGE GÓMEZ NAREDO

Delincuencia y secuestros: problemas de fondo

Felipe Calderón ha decidido aumentar las penas a quienes secuestran. Serán castigados con cadena perpetua. No setenta ni ochenta ni cien años. No. ¡Cadena perpetua! Así de simple. Quien habita en Los Pinos lo anunció días después de haberse dado un inusitado seguimiento periodístico al secuestro y asesinato del joven Fernando Martí Haik, hijo de un acaudalado empresario dueño de tiendas deportivas.

Quienes maten o mutilen al secuestrar, quienes rapten menores de edad o quienes siendo policías se enrolen en las filas de los secuestradores, serán castigados con cadena perpetua. Ya nunca saldrán de la cárcel. Eso dijo Calderón, eso prometió, eso intenta. Pero, ¿será una medida efectiva? En las pantallas de televisión, en muchas radiodifusoras y en varios periódicos, los siempre aplaudidores de las medidas gubernamentales han dado apoyo a la decisión del panista.

Sin embargo, habría que reflexionar y observar muchas aristas en todo lo referente a la inseguridad. Para los grandes empresarios, políticos de “realce” y demás miembros de la élite mexicana, la delincuencia tiene como componente principal el secuestro porque ellos son el blanco. Si bien es cierto también los clase medieros (e incluso los estratos populares) han comenzado a sufrir los estragos del secuestro, los ricos de este país son los que tienen mayor posibilidad de sufrir uno. Por eso llevan escoltas, viajan siempre con preocupación y asistir a un evento se convierte en una odisea. Algunos se compran helicópteros para sentirse más seguros y sus hogares tienen son vigiladas como si fueran sucursales de la Casa Blanca. Cuando una organización delictiva secuestra a un miembro de una familia (política y/o económicamente) poderosa, los gobernantes se ponen a temblar: los reclamos serán muchos y deben ser escuchados.

La medida pretendida por Felipe Calderón, es decir, cadena perpetua a secuestradores, fue más una estrategia mediática que una acción efectiva y eficaz. Actualmente las penas por secuestro varían de 30 a 60 años. Si a ellas se les agregan más delitos o agravantes, se puede dar el caso de un delincuente sentenciado a 70 años de cárcel. Es decir, una cadena perpetua. Eso para los secuestradores y también para algunos luchadores sociales, como los líderes del pueblo de San Salvador Atenco, quienes fueron sentenciados injustamente a más de 60 años de reclusión.

A diario, decenas de mexicanos muere debido a la inseguridad y la violencia. Asesinatos, robos, extorsiones, etcétera. Esas cifras siempre pasan desapercibidas en los discursos oficiales y en las pantallas de televisión. Pero cuando sucede algo a un potentado, los medios de comunicación y los políticos dicen “basta” y espetan un “hasta aquí”. ¿Por qué vale más el hijo de un empresario que el hijo de un obrero? Si se habla de delincuencia que se hable de toda la delincuencia, de la que afecta a los ricos y a los pobres, de la que lacera al trabajador y al gerente. De toda.

Ahora bien, ¿por qué la seguridad no es un asunto netamente punitivo? La actual administración piensa que con mayores penas y más años en la cárcel los delincuentes no actuarán. Es un absurdo. La delincuencia existe porque hay pobreza, porque hay carestía, por las grandes desigualdades económicas y porque no hay trabajo, no hay dinero. Las opciones de miles de mexicanos ante el fracaso económico nacional son la migración y la delincuencia (sea ésta relacionada con el tráfico de drogas o con otra actividad ilícita). Si no se ataca la carestía, si no se da trabajo digno y si la desigualdad económica continúa agrandándose, la delincuencia persistirá.

El ex senador y actual coordinador de la bancada priísta en la Cámara de Diputados, Emilio Gamboa Patrón, abogó, a título personal, por la pena de muerte a secuestradores. Poco se discute, sin embargo, la corrupción, los bajos salarios de las policías y las fallas del sistema judicial mexicano. Si estos problemas no se resuelven, tampoco habrá resultados positivos en el combate a la delincuencia.

La cadena perpetua o una improbable pena de muerte no son soluciones a la descomposición social. Lo que se necesita es mejorar la calidad de vida de los mexicanos y erradicar la insultante desigualdad económica en el país. Si no existe una política eficaz para solucionar estos lastres, la delincuencia continuará, al igual que la migración de miles de connacionales hacia Estados Unidos. Sin embargo, a Felipe Calderón, que llegó al poder gracias a un fraude electoral, no se le ven capacidades para enfrentar tan graves conflictos que están, incluso, exasperando a quienes lo impusieron en la Presidencia.

jorge_naredo@yahoo.com