jueves, 7 de agosto de 2008

Juan Carlos G. Partida -Opinion-

Agora

JUAN CARLOS G. PARTIDA

Piñatas, El Pinto y el Cisen

San Agustín, municipio de Jamay, domingo 3 de agosto, 20:30 horas. Una fiesta infantil típica en esta ranchería, con piñatas, pastel y muchos niños, se ve remecida por el paso raudo de cuatro patrullas de la policía, tres de ellas de Ocotlán y la otra de Jamay. Las madres y los padres, aterrorizados ante el convoy que sin encender torretas o sirenas pasa a un lado de la fiesta, corren a resguardar a sus niños. Ante el abuso policial, uno de los presentes increpa a los tripulantes al paso del último vehículo: “Eita, hay niñooos…”, grita. Frenazo con secuela de caucho en el camino, reversa inmediata, uniformados con el ceño enjuto: “¿Qué dijiste?”, escupe desde el interior de la patrulla un policía a los enfiestados con cara ahora lúgubre, mientras desciende del vehículo arremangándose, dejando la pistola adentro porque a mano limpia también presume que las puede. Los aludidos unen voces y reclaman, con comedimiento; los otros policías bajan también, mientras la tercera patrulla que pasó regresa al lugar en apoyo de sus compañeros. El reclamo colectivo enfurece a los uniformados, uno de ellos saca su botella de gas contra tumultos y esparce su picante aroma entre nubes rojizas, al menos diez personas padecen los estragos de la fórmula química, varios son niños, dos más de los endomingados sufren puntapiés. Los policías se retiran hacia su objetivo original después de aquietar a los irreverentes, la fiesta termina entre llanto de niños y lágrimas de flagelo de los adultos.

Relegado al puesto de director operativo tras la más fuerte recomendación que ha emitido la Comisión Estatal de Derechos Humanos este año, el ex titular de la Policía de Ocotlán, Filiberto Ortiz, El Pinto, no ha podido caminar con esa piedra entre sus botitas desde que públicamente lo degradaron. Es el poder tras el trono y nada hacen sus “rurales” de negro sin su consentimiento; pero eso no es suficiente, es injusto que él haya disminuido los índices delictivos no sólo de Ocotlán sino de municipios vecinos –así sea a base de intimidación y tortura documentada– y otro se lleve la gloria. Su enojo por lo sucedido es más evidente cuando ha tenido que acudir a las oficinas de la CEDHJ a entregar documentación probatoria de sus poco ortodoxas técnicas de investigación; nomás verlo llegar con su inconfundible estampa, remece a quienes se lo topan. Ahora el comandante tan menudo como picudo está por regresar al cargo y a la gloria que tanto extraña, apoyado por su amigo el alcalde Absalón García, quien también fue su jefe hace dos años como subsecretario de Asuntos del Interior.

Una fuente de la Policía del Estado confirma que el “apoyo” de policías ocotlenses a eventos en municipios aledaños, es consuetudinario. El Pinto trabajó ahí por varios años, llegó a ser comandante en el pasado sexenio, donde sus artes florecieron regadas por las aguas fascistoides de exexFRA cuando todavía era sólo FRA(nco). A fines de mayo de 2004, su mal de vitiligo se convirtió en pesadilla para los altermundistas encerrados y torturados en el marco de la Cumbre de Jefes de Estado. La misma fuente dice que El Pinto, como Felipe de Jesús Gallo Gutiérrez (quien se fue a ofrecer sus ser-vicios a otro lugar del país), trabaja y cobra en el Cisen, de ahí que no puede ser removido de su labor en Ocotlán, región donde por lo demás florecen regadas por las aguas del olvido gubernamental, los movimientos de resistencia campesina más organizados de Jalisco.

Coincido en sentido inversamente proporcional con lo que dijo el gobernador ayer respecto a la actuación de las policías en el estado: “Jalisco se cuece aparte”. Con quienes no coincido en sentido alguno es con aquellos que usan las tribunas a su disposición para, ante la escalada de violencia y la virulencia de algunos delincuentes, comienzan a traer al tema la pena de muerte como solución.

Segundo piso

¿Qué dirían José Clemente Orozco, Gabriel Flores o el Doctor Atl si hubieran imaginado que algún día compartirían, por los siglos de los siglos, la cercanía de personajes como Heliodoro Hernández Loza o Francisco Silva Romero? Tal vez habrían dejado la instrucción expresa de que sus restos mejor fueran echados al viento, o que su familia lo impidiera, como es el caso de la de Juan Rulfo, que se ha negado en forma permanente a aceptar la muchas veces escuchada propuesta de trasladarlo desde la capital del país al que supuestamente es el más importante mausoleo de Jalisco.

El artículo 2 de la ley para honrar la memoria de los jaliscienses ilustres es claro sobre los personajes cuyos restos mortales son susceptibles de ser depositados en alguno de los 98 nichos dentro del anillo de cantera sostenido por 17 columnas estriadas que fue hecho para tal fin en el centro de Guadalajara: actos heroicos en defensa de la patria, su labor de estadistas, investigación científica, docente o literaria, por la producción de obras en las bellas artes, por su desinteresada contribución patrimonial a obras de asistencia pública o “por cualesquiera otros actos extraordinarios que hayan sido ejecutados para el bien del estado, de la nación o de la humanidad en general”.

Yo no creo que esos líderes sindicales que se hicieron millonarios desde que en los años 30 integraron las hasta hoy corporativistas centrales obreras, la CTM y la CROC, que desde entonces y tras expulsar a los “izquierdosos” de sus filas se han dedicado a lustrarle las botas a los gobiernos en turno a cambio de prebendas particulares, o a exprimir a sus afiliados con cuotas que siguen sin transparentar ocho años después de iniciado el siglo XXI.

La puntada de Rafael Yerena de querer que este par de dos llegue a la Rotonda, en la que ha insistido desde el año pasado, no pasaría de eso si Emilio El Conciliador hubiera hecho ayer como le ha hecho con muchas peticiones de la sociedad: ignorarla. Pero no, el gobernador, con su alta visión de estadista, quiere que estos domesticadores del movimiento laboral, que fueron activos en la transición del PLM al PNR, del PRM al PRI, y que no alcanzaron a llegar al PAN porque si no también habrían trabajado para ellos –labor que ahora hacen sus herederos políticos–, salgan de sus fastuosas tumbas particulares para compartir un espacio donde ya hay muchos que no deberían estar ahí.

“Hemos contado con la voluntad política del gobernador para que en la petición nos apoye al Congreso del Estado para que los señores diputados aprueben la posibilidad, que seguro estoy que así será, del traslado de los restos de don Pancho y de don Helio a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres”, dijo Rafael Yerena Zambrano antes de prenderle una veladora a Fidel Velázquez para pedir también su intermediación.

Y El Conciliador respondió: “De cara a esta reconciliación con nuestro pasado, es justo reconocer el trabajo de don Heliodoro, el trabajo de don Francisco, que ellos nos pusieron una muestra, en aquellos años, trabajando muy de cerca, como grandes mexicanos, con otro gran mexicano, con Efraín González Luna, que les espera ya en la Rotonda”.

¡Ajúa! Esas sí son alianzas, lo malo es que con tanto advenedizo habrá que construirle pronto un segundo piso a la Rotonda.

garciapartida@yahoo.com.mx