Alberto Híjar
A diferencia de quienes afirman el nuevo orden mundializado, vivimos lo que Samir Amin llama el imperio del caos. Queda corto el nombre de capitalismo salvaje para designar la destrucción criminal de naciones, la arrebatinga de agua, biodiversidad y energía por los estados militarizados y guerreros, la proliferación de negocios sucios mundializados, la destrucción de la naturaleza, en fin, la mayor inequidad social de toda la historia.
La rapacidad de la fase realmente superior del imperialismo exige mundializar los problemas. Las determinaciones mundiales concretan las calamidades regionales y locales. Una tradición de articulaciones imperiales es respondida por los internacionalismos libertarios. A los negocios de PEMEX viento en popa, responden las solidaridades en defensa de los gobiernos nacionalistas de Estado. Ahí donde no hubo Benito Juárez ni revolución democrático-burguesa, las cosas son tan graves como en Bolivia merecedora de los apoyos de casi toda América Latina, menos México, claro. No hay que esperar nada de un gobierno donde el embajador yanqui Garza es esposo de la Aramburuzavala, la mujer más adinerada por la cerveza.
Del internacionalismo antiimperialista no queda en México más que el poder de convocatoria del EZLN, del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco, de los defensores del agua y la biodiversidad contra las caprichosas presas, de los familiares de los masacrados y la sobreviviente del ataque al campamento de las FARC en Sucumbíos. Un incipiente Movimiento de Liberación Nacional se coloca en el umbral de volver a los sesenta cuando los afanes de falsa apertura democrática condujeron el desprecio por los presos políticos, ferrocarrileros en su mayoría, que detonó la expulsión de los comunistas al fin echados del PCM y del MLN. Si Siqueiros no hubiera sido capturado para su más largo encarcelamiento de 1960 a 1964, probablemente hubiera sido expulsado también, pese a su confianza en la justicia de Estado. Al privilegiar la apertura con el apoyo a Luis Echeverría con el lema Echeverría o el fascismo sustentado por intelectuales de porquería.
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