Ricardo Monreal Avila
Lo acontecido en Morelia la noche del grito de independencia fue un trágico grito de alerta a todo el país. Lo que se vivió en la bella plaza moreliana, hoy enlutada por el atentado, fue producto de una de las violencias más atroces del mundo actual: el narcoterrorismo. Es decir, el ataque a la población civil indefensa y la inducción del terror ciudadano para la defensa de los intereses ilícitos del narcotráfico.
Hasta antes del 15 de septiembre, el narcoterrorismo tenía su expresión sólo en dos partes del mundo: Afganistán y Colombia. Ahora habrá que agregar a México.En el primer país, el narcoterrorismo es la forma que tomó el movimiento de los independentistas y nacionalistas afganos para cumplir con un programa político: la liberación de su territorio de las fuerzas de ocupación rusas y norteamericanas, que han incursionado alternadamente. En Colombia, en cambio, el narcoterrorismo es la expresión de un movimiento político radical, originado en la guerrilla, que después devino en un grupo de delincuencia organizada, con intereses preponderantemente económicos. El objetivo de esta mezcla entre narcotráfico y terrorismo es defender cotos de poder a costa de la población civil, no únicamente con costos para las fuerzas policiales o para otras bandas rivales.Lo acontecido en Morelia es un claro desafío al gobierno. Infundiendo terror contra la población civil, los grupos delincuenciales le dicen al gobierno federal: o te paras o seguimos escalando la violencia. Hoy es gente inocente, mañana serán empresarios relevantes, luego una autoridad política o judicial destacada y, por último, un ministro de la Suprema Corte de Justicia, un secretario de estado o un gobernador. La respuesta ya la conocemos: la autoridad no se detendrá y la espiral de violencia del narcoterrorismo seguirá su curso ascendente. Preparémonos, entonces, para cosas peores.El gobierno ha tomado la guerra contra el narcotráfico como una “guerra santa”, en lugar de considerarla una batalla estratégica. Hay más pasión que razón. Más voluntad que inteligencia.
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