domingo, 19 de octubre de 2008
PLAZA DOMINCAL......¿ A DONDE VA LA PROFESORA ?
19/OCTUBRE/2008
PLAZA DOMINICAL
¿A dónde va la profesora?
MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA
Firme en su alianza con el presidente Calderón, Elba Esther Gordillo resolvió mostrar que no es una aliada cómoda y a probar que los embates internos contra su liderazgo en el sindicato del magisterio generarán efectos sobre el Gobierno federal que éste no puede eludir.
De la vigesimosexta reunión del consejo nacional del SNTE, efectuada hace una semana en Hermosillo, surgieron líneas de acción destinadas a fortalecer a Gordillo frente a su oposición interna y ante la Secretaría de Educación Pública, a la que presentó un ultimátum a la vez insolente, amenazador y prematuro, que la titular de ese ministerio, conforme al apotegma filosófico según el cual “para que la cuña apriete ha de ser del mismo palo”, canalizó hacia el yerno de la profesora, quinta columna del gordillismo en el aparato burocrático de la SEP.
El extravagante asunto de las camionetas de marca Hummer tiene que ver con esa doble estrategia de la lideresa. Por un lado, al anunciar que serían entregadas a los líderes seccionales, incluidos los pertenecientes a la disidencia, Gordillo evidenciaba una vez más que el centralismo político en el sindicato es su mejor defensa contra la oposición interna, y que la distribución de prebendas es una forma eficaz de mantener y acentuar tal centralismo. La selección de esa marca, por lo demás, constituía un símbolo ante la turbulencia que hierve en una amplia porción del sindicato. Si quieren guerra, parece que hubiera querido decir la dirigente, guerra tendrán, y para participar en ella nada mejor que vehículos de origen y corte militar, aptos para transitar en todo terreno, capaces de arrollarlo todo. Hubieran podido escogerse otros modelos, tan útiles como los seleccionados para mostrar el poder y la diferencia de los líderes seccionales sobre sus compañeros y representados. Pero se eligió el surgido de las tanquetas que derrotaron a Saddam Hussein en la primera guerra del Golfo, como augurio de la suerte que correrán los disidentes.
En previsión de que las reacciones por la ostentosa exageración impidieran el obsequio a los barones seccionales (o baronías cabe mejor decir porque hay también mujeres dirigentes en las secciones), la dirección nacional había previsto un curso alternativo a la entrega de las Hummer. En lo que pareció una salida sacada de la manga, la propia Gordillo informó que las unidades serían rifadas. Salvo que la Secretaría de Gobernación se sumara al engaño falseando información (lo que no podemos considerar imposible), parece que esa posibilidad había sido considerada, para lo cual se pidió el permiso para sorteos establecido por la ley. Pero como el propósito no era serio, la solicitud se formuló de modo que la autoridad no pudo satisfacerla, y tendrá que rehacerse. Mientras tanto, priva la confusión respecto de la rifa. Hay quienes creen que será una distinta en cada sección, donde se fijarán sus términos (fecha, número y precio de los boletos, canal para su venta, etc.) o será un magno sorteo de alcance nacional.
Cualquiera que sea el formato de la rifa, su propósito se inserta en la crítica sindical a la Secretaría de Educación Pública. Los fondos recaudados se destinarán a apadrinar diez escuelas en cada sección, las más necesitadas de remozamiento o las ubicadas en las zonas más empobrecidas, a las que no llega el gasto formal para ese propósito. De ese modo se busca presentar al sindicato supliendo las deficiencias de la autoridad, y se pretende convertir una operación chocante por dispendiosa en un acto altruista y generoso.
Pero el reproche implícito en la atención a escuelas menesterosas equivalía a una bala de menor calibre comparado con el cañonazo que el consejo nacional reunido en Hermosillo ordenó disparar contra la SEP, y que se concretó el jueves pasado en una reunión entre el sindicato y la autoridad cuya rispidez no pudo ser disimulada por la espesa prosa de las falsas cortesías. Un centenar de representantes del SNTE, encabezados por el número dos de la jerarquía, el secretario general Rafael Ochoa (y que incluía a una diputada del PANAL, para subrayar la simbiosis entre el sindicato y el partido) emplazó a la secretaria Vázquez Mota a abatir rezagos en la relación laboral, antiguos algunos, otros surgidos de la Alianza para la calidad de la educación, que ya ha provocado serios conflictos siendo que aún no acaba de concretarse y aun de definir algunos de sus aspectos.
En la jerga de los oficios burocráticos, Ochoa concluyó la exposición de sesenta reclamos con una amenaza: “No omitimos expresarle que, de no haber respuesta a todas las demandas que aquí resumimos y que han sido validadas de manera bilateral, pero que no se han traducido en hechos, tenemos el mandato de nuestro órgano superior de gobierno nacional (retórica manera de referirse al consejo) de iniciar las acciones que nos conduzcan a las soluciones que exigimos y consideramos justas”.
Ya en Hermosillo se había anunciado que el sindicato emprendería movilizaciones en pos de asignaciones presupuestales favorables al magisterio. Ahora se iba más allá: se avisaba de conductas semejantes a las que la disidencia está realizando en el Distrito Federal y varios estados para forzar y aun sustituir decisiones de la autoridad.
La secretaria Vázquez Mota situó de inmediato el problema en el entorno del primer yerno del sector educativo. Instruyó “en particular al maestro Fernando González, dado que muchas de las preocupaciones están en su área de competencia, para que a partir de hoy mismo podamos responder aquellos rubros donde se tienen avances concretos y, de no ser así, cuál sería el planteamiento concreto”.
El memorial de reproches estaba fuera de lugar, al menos en lo que toca a la Alianza para la Calidad Educativa, que opera bajo un Consejo rector bilateral. O sea que las deficiencias en la instrumentación de la Ace no son imputables a una de las partes sino al órgano que las reúne. Pero no era la precisión administrativa, sino la contundencia política, la que regía la posición del sindicato, como lo muestra el tono de la denuncia contra los subsecretarios Miguel Székely Pardo y Rodolfo Tuirán, a quienes sin llamarlos por su nombre tundió la profesora Sanjuana Cerda:
“Es preciso manifestar nuestra enérgica protesta por la ilegal, irrespetuosa y reiterada actitud unilateral con que las subsecretarías de Educación Media Superior y Superior llevan a cabo nombramientos y remueven personal directivo de los planteles escolares sin ningún sustento normativo y omitiendo el punto de vista del SNTE”.
Tuirán no eludió el cuestionamiento general del sindicato, y su emplazamiento. Con fina ironía recordó que está convenido realizar obras en diez mil escuelas durante el ciclo escolar 2008-2009, “y que yo entienda, ese ciclo escolar no termina en los próximos días”, sino que apenas comienza, por lo que es prematuro demandar información sobre su avance y más todavía reprochar incumplimientos, especialmente en aspectos que se rigen por un órgano bilateral.
Ochoa cerró la reunión faltando a la cortesía que deja la última palabra a la secretaria Vázquez Mota. Le advirtió, ya de últimas, que el sindicato requiere interlocución con funcionarios dotados de capacidad resolutiva, “porque en muchas de las sesiones que hemos sostenido en enésimas veces (sic) con la Comisión rectora o en las mesas de trabajo concluyen en el señalamiento de que no hay recursos, de que no es competencia nuestra, etcétera”.
Con el anuncio de movilizaciones y presiones Gordillo quiere al parecer inquietar al Gobierno, su aliado, con la visión de lo que ocurriría si la totalidad de su sindicato adopta conductas como las que despliegan una docena de secciones contrarias a la Alianza por la Calidad Educativa. Esas conductas, por lo demás, están siendo exacerbadas por la deliberada displicencia de las autoridades federales y estatales frente al caso extremo de la huelga en Morelos. Confiando en que la estrategia de romper el paro que ayer cumplió dos meses tenga éxito, el Gobierno desdeña el diálogo con los huelguistas: tras una marcha multitudinaria el jueves, representantes de la disidencia fueron atendidos por funcionarios de rango menor no en Los Pinos sino a las afueras, como se atiende a vendedores que nada más quitan el tiempo o a pordioseros que a las puertas de la casa piden caridad.
El pasado presente
Los azares de la política, la vida misma, los distanciaron, pero quiso la muerte unirlos: los generales Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas fallecieron no en la misma fecha, sino en años diferentes, pero sí en el mismo día, 19 de octubre como hoy. Calles murió en 1946. Cárdenas lo sobrevivió 24 años, hasta 1970.
Calles llegó a la Presidencia en 1924, después de su jefe y amigo Álvaro Obregón, sonorenses ambos. Conforme a un acuerdo concertado quizá no de modo explícito pero sí eficaz, Calles hizo reformar la Constitución para restablecer la reelección presidencial en beneficio de Obregón, que fue elegido, como en 1920, ocho años después. Pero en 1928 el País estaba dividido y sangrante, por la cristiada, la revuelta instigada por el clero católico en defensa de la libertad religiosa y protagonizada por los campesinos de sobre todo el centro y el occidente de México. En medio de la zozobra de esa guerra causada por el anticlericalismo de Calles, Obregón fue asesinado. Aunque la mano que disparó el tiro en La Bombilla fue la de un católico fanático, a la conspiración que tuvo ese desenlace no fueron ajenos políticos cercanos al Presidente saliente, que emergió de ese lance (que no pocos le imputaron) como el hombre fuerte, el Jefe máximo de la Revolución.
Imposibilitado de mantenerse en el poder, lo ejerció a trasmano, mediante presidentes débiles a los que Vasconcelos llamó peleles. El primero fue, como interino, Emilio Portes Gil. Le siguió, presuntamente elegido, Pascual Ortiz Rubio, el primer Ejecutivo llevado a su cargo por el partido del Gobierno, creado por Calles para esconder, y al mismo tiempo ejecutar, sus decisiones autocráticas. Agobió con su poder a Ortiz Rubio hasta fatigarlo y obligarlo a renunciar a un cargo que no ejercía. Lo reemplazó, como sustituto, otro general, Abelardo Rodríguez. Él sí se acomodó a la situación y dedicó el tiempo que la Presidencia no le quitaba (pues la ejercía Calles) a los negocios, que lo hicieron al correr de los años uno de los hombres más ricos de México.
Para seguir siendo el poder tras la silla presidencial, Calles seleccionó a un discreto general michoacano al que ya había impulsado a ser Gobernador de Michoacán y luego había incorporado a los gabinetes de sus peleles. El general Lázaro Cárdenas se caracterizaba por su austeridad personal, por su apego a la disciplina militar y administrativa y porque, al parecer, carecía de iniciativa. Pasaba como un excelente ejecutor de órdenes, que no discutiría a Calles el derecho de darlas. En esa condición fue elegido Presidente en 1934. Reformada la Constitución, lo sería por seis años, ya no por cuatro como hasta entonces.
Pero Cárdenas tomó a pecho la investidura presidencial y apenas al año siguiente de su ascenso al Gobierno frenó decisiones que Calles tomaba con la naturalidad con que lo había hecho en los seis años anteriores, como si él fuera el Presidente. Tuvieron por lo tanto un periodo de fricciones sin llegar al rompimiento. Para eso Cárdenas se preparó concienzudamente. Dispuso por sí mismo de las jefaturas de zona militar y consolidó de ese modo su poder institucional y personal sobre el Ejército, e inició su política de masas, la organización de los grandes estamentos sociales, el de los campesinos y el de los obreros industriales y empleados de los servicios. Quedó así listo para resistir, en 1936, nuevos intentos de Calles por condicionar a su Gobierno, mediante críticas a la política laboral, que alentaba las huelgas en defensa de los derechos de los asalariados y con gran alarma del capital, que buscó el cobijo de Calles. Éste no pudo darlo porque en una maniobra veloz e incruenta Cárdenas lo expulsó de México. No era una medida legal, pero fue menos cruel que el modo en que Obregón se libró de Carranza y Calles de Obregón, mediante el asesinato.
Calles se radicó en Los Ángeles. Sólo volvió a México cuando había menguado la influencia de Cárdenas, que se había forzado a sí mismo a escoger como sucesor a un moderado, Manuel Ávila Camacho, cuyo talante y cuya conducta atenuaran el hervor reaccionario suscitado por la política social de Cárdenas. Vivió sus últimos años en la Ciudad de México.
Cárdenas, a su vez, si bien aceptó ser Secretario de Guerra bajo Ávila Camacho, con motivo de la participación mexicana en la segunda conflagración mundial, renunció a toda tentación de ejercer un maximato. No dejó por ello de ser una presencia influyente en la toma de decisiones presidenciales. Lo hizo de modo que a veces desconcertaba a sus seguidores porque se atenía a la regla del mal menor. Además de hacer política palaciega, la hizo también abierta, mediante el Movimiento de liberación nacional, que en los años sesenta aglutinó a la izquierda, que se volcó para darle el último adiós en su casa de la calle de Andes, en las Lomas de Chapultepec, el 19 de octubre de 1970, hace hoy 38 años.
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