Ricardo Andrade Jardí
No sabemos cuál será el resultado del martes, en la elección presidencial del vecino país, en la que las encuestas favorecen al afroamericano candidato demócrata, contra la lógica racista de aquel país, con la que G.W. Bush usurpó, a lo largo de dos mandatos, la presidencia, a pesar de haber llegado en procesos electorales que nada envidiarían a las bananeras repúblicas donde el dinero imperialista impone gobiernos y aplasta voluntades. Clara demostración, por otro lado, de que la “democracia” es lo de menos o lo que menos interesa a los intereses del recientemente autodefinido como “Capitalismo Democrático”, que en realidad debió ser definido como “capitalismo de mercado”, pues el mercado es el que toma las decisiones y no la voluntad popular, como lo supone la definición clásica de democracia, pero era ya mucho pedir al intelecto del Bush que habrá tardado una década en poder definir el sistema que lo ha creado.
Lo cierto es que en el mundo soplan otros vientos y la delantera preferencial del candidato demócrata es sólo una muestra. Mucho se definirá con la elección presidencial para Estados Unidos y sin duda también para México, socio comercial y absolutamente dependiente de aquel país.
Lo que está en juego, aunque tampoco hay que esperar mucho de los demócratas, es la continuidad de la decadencia imperialista del libre mercado o la apertura de nuevas relaciones sociales y económicas frente a la crisis financiera que amenaza con golpear, en los próximos años, a millones de personas por todo el planeta y muy particularmente a la clase media de los Estados Unidos que ha sostenido durante décadas un estilo de vida que se aguantaba sobre alambres invisibles, una “americana forma de vivir” que en realidad no existe y la que ha sido siempre una ilusión y la mentira empieza de manera inevitable a rebelarse. Habrá que ver la reacción y la capacidad de organización de ese gran sector social que está a punto de perder toda su acostumbrada forma de vida.
Mientras tanto somos nosotros los que tendríamos que empezar a ver por nuestro futuro, pues con un campo abandonado y con poco más del 60% de la tierra de cultivo que presenta diversos grados de erosión y dejando en manos de capitalistas extranjeros y nacionales chatarra los recursos naturales que podrían abrirnos rutas de intercambio o mercados, las posibilidades que tenemos de sobrevivir (la mayoría) a la crisis financiera global, sobre la que también hemos sustentado una mentirosa forma de vida (curiosamente opuesta al promedio medio gringo), son muy pocas.
Y lo peor que podemos hacer es callarnos y no ver la realidad, no sólo nacional, sino mundial y seguir pensando que con nuestro silencio saldremos adelante.
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